Arte callejero y solidario

Lo del lienzo está francamente bien pero a él lo que más le inspira, gusta y divierte es pintar en la calle. No es fácil convertir en arte la vieja pared de un edificio en ruinas, una muro gris de colegio o rincones innombrables refugio de los artistas mal denominados grafiteros. Espacios prohibidos que limitan la proliferación artística de jóvenes como Fabio Martín Peñas que estos días expone en el Centro Cultural una muestra a beneficio de la asociación local de Manos Unidas.

En el catálogo que sirve de presentación lo deja bien claro. «Reivindico espacios para que la expresión innata de los jóvenes pueda desarrollarse como requisito imprescindible para mejorar después la técnica y los conocimientos a través de la formación. Si la ciudad es gris, sus habitantes vivirán con menos color. Fomentando el arte, la ciudad será creativa y participativa. Y en ese marco, los jóvenes tienen mucho que expresar».

Fabio Martín está a punto de alcanzar la mayoría de edad. Arrastra su pasión por la pintura desde su edad escolar. «Cuando iba al colegio le di a un amigo un boceto de grafiti y a partir de entonces no he parado. De ahí pasé a la pintura y he ido evolucionando. También me gusta mucho el diseño gráfico. Mi intención es estudiar Bellas Artes y luego trabajar en una empresa de publicidad o en algo relacionado con lo que me gusta», comenta el joven artista.

La de Manos Unidas es su primera exposición. «Ha habido nervios pero estoy bastante tranquilo», comentaba Fabio mientras trataba de explicar como surgió la idea de que fuera él el protagonista de esta muestra solidaria. «Alejandro, el párroco de San Mateo, me pidió por encargo un cuadro. Lo hice y le gustó mucho. Entonces fue cuando me propuso hacer la exposición, y yo acepté encantado porque además todos los fondos que se obtengan son para una buena causa».

La exposición la forman cerca de una veintena de obras con temática variada, desde figuras humanas contorsionadas hasta lo imposible; insectos casi vivos posados en hojas; palomas envueltas en la tranquilidad de una calle solitaria y empedrada; y una bicicleta recorriendo lugares indeterminados en busca de quién sabe qué.

Hasta el 25 de febrero se podrá disfrutar de esta colección que no deja impasible a nadie.