Borrar
UN VOLCÁN EN LA NIEVE. Para poder llegar a enamorarse, «el sujeto ha de estar de algún modo vacío, disponible, ofrecido sin saberlo al rapto que lo va a sorprender», dice Barthes.
¿Conmigo pan y cebolla?
SOCIEDAD

¿Conmigo pan y cebolla?

El escritor murciano Federico Montalbán López publica 'Amor. Agitar antes de usar', un ameno ensayo en el que radiografía la pasión amorosa, sus claves, secretos y tópicos

ANTONIO ARCO

Jueves, 14 de febrero 2008, 09:51

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Póngase el lector hoy todo lo romántico que quiera, pero el enamoramiento es pura química, cero misterio, cien por cien previsible, de lo más común y universal, un hecho natural y profundamente democrático que -¿oh!- tiene fecha de caducidad y va seguido de resaca (dé gracias si al embobamiento le sigue el amor, y salga corriendo a toda leche del objeto de enamoramiento si la cosa se tuerce y el contigo pan y cebolla salta por los aires).

Lo recuerda Federico Montalbán (Murcia, 1974) en su libro Amor. Agitar antes de usar, que estos días llega a las librerías editado por Espejo de Tinta: «Existen unos mecanismos cerebrales, fisiológicos y hormonales que explican el proceso del enamoramiento y del amor posterior. Las áreas del cerebro que se iluminan al enamorarse están presentes en cualquier persona, y por cualquier torrente sanguíneo humano, esté en el continente en que esté, corren la serotonina, la norepinefrina y la dopamina. Hay toda una serie de mecanismos biológicos del amor bien identificados». Ahora bien, «una cosa es cómo funcionemos por dentro y otra cómo nos expresamos por fuera».

Ya, ya, pero ¿es cierto eso de que el enamoramiento es igual en todos los lugares del planeta, así como en cualquier tiempo e incluso estación? Pues, según todos los estudios barajados por Montalbán, va a ser que sí. Por ejemplo, cuenta, «la escritora norteamericana Diane Ackerman, autora de Una historia natural del amor, repasa profundamente el amor en el Egipto de los faraones y, citando varios poemas de aquella época, evidencia cómo ciertas características del enamorado de hoy ya se describían hace milenios: idealización del amado, el amor como esclavitud, dificultad para hacer algo que no sea estar con el amado o pensar en él...»; lo típico, ¿sin novedad en el frente, mi sargento!

Superpoderes

Una cosa está clara: los superpoderes del enamoramiento no duran para siempre. «Con el paso de los años», explica el autor, «y agotados por la vida real que rodea la burbuja fantasiosa del amor, se van apagando poco a poco». ¿Cuánto tiempo después? «Dieciocho meses según los menos optimistas, y tres años según los más optimistas, los amantes volverán a ser siervos del tiempo y el calendario».

El enamoramiento como apasionante y apasionada batalla dura algo más que el metraje de Lo que el viento se llevó y bastante menos que lo que reza la canción -... toda una vida, estaría contigo-. ¿Menos lobos! En su obra Enamoramiento y amor, del sociólogo y periodista italiano Francesco Alberoni, éste defiende la idea de que el enamoramiento es «el estado naciente de un movimiento colectivo a dos». Es decir, se trata de un fenómeno colectivo similar al que se da en las grandes revoluciones, cuando como dice el sociólogo Durkheim, «... el hombre tiene la impresión de estar dominado por fuerzas que no reconoce como suyas, que lo arrastran y que no domina».

¿Qué peligro y qué peligro! ¿Por qué? Pues, como indica Montalbán, porque «cuando se está satisfecho con lo que se tiene, uno no hace la revolución y tampoco se enamora. Si lo hace es porque no está conforme, porque quiere rebelarse y cambiar las cosas». El autor sostiene que «suele existir una situación previa que prepara para el enamoramiento, una situación de necesidades nuevas, de carencias y de aspiraciones insatisfechas. El amor gusta de grietas y rendijas para colarse en nuestro interior».

Errores

Incluso estando en pareja, el enamoramiento nos asalta y nos desarma. «No es fácil -reconoce Montalbán- aceptar que las cosas no funcionan, que lo que amábamos hasta hace poco ya no nos vale. Por eso, porque solemos negar que nuestro mundo no nos gusta, el enamoramiento nos pilla desprevenidos -parecía tan feliz conmigo, dice el esposo traicionado-. En la insatisfacción es cuando uno trama estrategias para asaltar el Palacio de Invierno o para enamorarse. Buscamos, de forma más o menos consciente, romper con lo que tenemos y unirnos a algo nuevo».

El caso es que «sentimos la necesidad de dar un vuelco a nuestra vida y pensamos que para conseguirlo no hay nada mejor que alguien que nos rescate. Por eso Eric Fromm afirma que la intensidad del enamoramiento muestra la intensidad de la soledad que le precedió».

Y una vez enamorados, como el enamoramiento es trasgresión, tiene tanto gusto por el obstáculo y se crece ante la adversidad. El autor sabe que los errores de los movimientos revolucionarios también se dan en el enamoramiento: «Atribuir al líder las virtudes del movimiento revolucionario es un error similar a considerar que la persona amada es la responsable de todo lo que sentimos al enamorarnos». Según Alberoni, «es justo lo contrario; es la experiencia del enamoramiento la que hace especial a la persona amada». Pensamos que la persona de la que nos enamoramos es perfecta y que junto a ella seremos felices hasta lo increíble; ¿y tan increíble!

Si ya Ortega y Gasset hablaba en Estudios sobre el amor del enamoramiento como «un estado anómalo de la atención», lo que parece más lógico es no dejar que nos pille el toro. «Durante el enamoramiento somos raptados por la pasión, el mundo se vuelve irreal, en nuestra cabeza sólo hay una persona cristalizándose y hacemos planes de revolución. Nos enamoramos sin saber cómo ni por qué», dice Montalbán, quien propone en Amor. Agitar antes de usar, una sugerencia para cuando llegue el momento en que, «sin darnos cuenta, tocamos tierra y el enamoramiento deja paso al amor. Entonces es cuando actuamos, decidimos vivir en pareja, pasar por alto los fallos del otro o dialogar para cambiar lo que no nos gusta, tener hijos, cambiar de ciudad... Pasamos de ser víctimas del enamoramiento a protagonistas del amor».

¿Y la sugerencia? «Habría que estar atentos para ver cuándo se nos posan los pies en el selo. Precipitarnos podría ser imprudente. El escritor Bernard Shaw advertía: Bajo la influencia de la más violenta, más insensata, más engañosa y más transitoria de las pasiones, se les exige a los amantes que juren que permanecerán continuamente en esa condición palpitante, anormal y agitadora hasta que la muerte los separe».

¿Elegimos o no elegimos?

Entonces qué, ¿elegimos o no elegimos nosotros a nuestro objeto de enamoramiento? En el capítulo titulado El amor elegido, Montalbán aporta su propio refrán: Dime de quién te enamoras y te diré quién eres. «Pocas veces en la vida», dice, «la elección es tan importante y tan nuestra». Vale, está bien, «el corazón tiene razones que la razón no entiende y al enamorarnos perdemos la voluntad y los vientos de la pasión nos arrastran a su antojo».

Pero, ¿atentos!, porque pintamos más de lo que nos creemos y «a pesar de lo que diga el tópico de los polos opuestos, nos enamoramos de personas que se parecen a nosotros».

«Basta -propone el autor- echar un vistazo a lo que nos rodea para descubrir sin mucho esfuerzo que las parejas que conocemos son muy parecidas en casi todo: atractivo físico, origen social, gustos, ambiciones...». Esto se explica por varios motivos: «Por ejemplo, nos sentimos atraídos por los que comparten nuestras creencias o ideologías porque eso confirma nuestra escala de valores; si nos enamoramos de alguien es porque es perfecto y si ese ser perfecto piensa como nosotros, algo de esa perfección nos pertenecerá».

O sea, que «al amar a alguien como nosotros nos reafirmamos. Robert Sternberg aporta un par de razones más. Una: el riesgo del rechazo puede llevar a la gente a apostar por lo seguro y a buscar compañeros que concuerden con ellos, en vez de aquellos muy diferentes. Dos: cada cual se hace una idea de lo que cree merecer -generalmente en relación directa con su atractivo- y eso acota el grupo de personas con las que intentará emparejarse, buscando a alguien de características similares a las suyas».

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios