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CON SUS PINCELES. Pintando en su estudio en mayo de 2000. / JUAN LEAL
Fue lo que siempre quiso ser
ADIÓS A MUÑOZ BARBERÁN UNA VIDA PLENA

Fue lo que siempre quiso ser

Muñoz Barberán prefirió su entrega a la pintura y sus investigaciones históricas, sin aceptar los cargos oficiales que muchas veces le ofrecieron

S. G.

Domingo, 2 de diciembre 2007, 02:48

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Nacido en Lorca, el 26 de mayo de 1921, Manuel Muñoz Barberán fue uno de los nueve hijos -tantos como él mismo tendría en su matrimonio con Fuensanta Clares- de Alejandro Muñoz y Bibiana Barberán. Su infancia transcurrió en medio de una serie de necesidades, que la mayor parte de las familias españolas vivieron durante unos años difíciles. Quedó huérfano de padre a los ocho años. Se hizo aprendiz de fotógrafo, pero él quería ser pintor. Encontró la enseñanza artística en su propia vida, que él iba recogiendo y plasmando en dibujos y bocetos de aficionado,

Sería en el año 1939 cuando, creyendo que disponía de las facilidades suficientes para adentrarse por el mundo de la pintura, se embarcó en su primera gran aventura artística: los frescos de una iglesia en Cehegín, un tipo de pintura decorativa que repetiría, a lo largo del tiempo, en otros templos, como San Bartolomé y San Antolín en la capital; el de la Purísima, en Yecla, y los de Ricote y Espinardo.

Poco a poco se le fueron abriendo la puertas de la galerías de la Región, en las que presentó sus acuarelas y óleos. Con el paso del tiempo, y gracias a la calidad que sus obras desprendían, también comenzó sus exposiciones en las salas de numerosas ciudades españolas. Era una pintura que demostraba un contenido que superaba los bosquejos propios de un pintor autodidacta.

La respuesta a la calidad artística de su obra se aprecia, porque fueron numerosos los premios que fue consiguiendo: Villacis, Tercera Medalla del Salón de Otoño de Madrid, Medalla de Oro en el Salón Nacional de la CASE... Pero su personalidad y la bondad de su pintura estarían respaldadas por otra serie de reconocimientos públicos y distinciones, como Cronista Oficial de Murcia, Laurel de la Asociación de la Prensa, miembro numerario de las academia de Alfonso X y de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca, Gran Pez del Entierro de la Sardina, Medalla de Oro e Hijo Predilecto de Lorca...También, el nombre de Muñoz Barberán aparece en la calle donde se ubica su domicilio, en Sangonera la Seca, en Murcia capital, Yecla...; y en Lorca, por la que siempre ha mostrado una devoción singular.

Además de un gran pintor, con un constancia expositiva y alabada, Muñoz Barberán también sintió una afición casi incontrolada por la escritura y por los enigmas histórico-literarios. Por esto, pasó días y días investigando las aventuras de su paisano, historiador y poeta, Ginés Pérez de Hita, del el Licenciado Cascales o sobre la vida artística de Murcia en los siglos XVI y XVII, historias que publicaba frecuentemente en La Verdad, acompañadas de dibujos llenos de maestría y de sabor apropiado a cada una de las historias.

Hombre reconocido, nunca aceptó un cargo oficial, pese a que se lo ofrecieran en numerosas ocasiones. Prefirió siempre su entrega a la pintura, en primer lugar, y como actividad distinta, sus investigaciones.

En su ansia de interés pictórico, le gustaba recorrer países europeos, a la búsqueda de paisajes distintos y de encuadres urbanos de Viena, Praga, La Haya, Venecia, París.., que transportaba a sus lienzos con las formas propias de un maestro. También supo, como pocos, recoger la emoción de festejos tan entrañablemente murcianos como El Entierro de la Sardina o la Semana Santa de Murcia y Lorca -era directo artístico del Paso Blanco, a la vez que daba vida a rincones sin aparente atracción, como la calle recoleta y olvidada o los tejados colmados de antigüedad. fue pintor que siempre supo enfocar el paisaje desde cualquier ángulo.

Ahora, cuando se ha ido y se retoma la descripción de sus méritos, hay que incidir en que Muñoz Barberán afirmaba que él quería ser recordado como pintor, porque, al margen de la respuesta del público -que siempre fue de admiración- él se sentía satisfecho con su pintura. Nunca renunció a su estilo, ni se mostró molesto con la críticas, porque, de pensamiento liberal, afirmaba que «cada cual es muy libre de pensar y hacer lo que quiera». Con la muerte de Muñoz Barberán desaparece un hombre generoso y un pintor, que ha sabido dejarnos en su obra la Murcia de siempre, pero también visiones emocionantes de las ciudades que, a lo largo de sus años, quiso visitar y plasmar en sus lienzos.

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