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EDITORIAL

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Sábado, 10 de noviembre 2007, 01:38

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La rebaja en las previsiones de crecimiento en el conjunto de la Unión para los dos próximos años, anunciada ayer por la Comisión Europea, confirma que el pesimismo se ha instalado en los análisis de los organismos internacionales, una vez que la crisis crediticia está teniendo unas consecuencias más duraderas y profundas de lo que se sospechaba inicialmente. La experiencia aconseja reaccionar con cautela ante las predicciones, dadas las dificultades evidenciadas en el pasado para atinar con pronósticos que afectan a economías con un grado de desarrollo dispar. De hecho, la propia Comisión ha tenido que corregir al alza el avance del PIB español este año, al establecer que cerrará el ejercicio con un incremento del 3,8%. Pero lo relevante de sus datos es que, al igual que los difundidos por otros organismos como el Fondo Monetario, definen una tendencia que anticipa una pronunciada desaceleración y que apunta, en el caso de España, al final de una excepcional etapa de bonanza.

Es precisamente la pujanza demostrada por nuestra economía la que subraya el acusado retraimiento augurado por la Comisión: el PIB podría limitar su crecimiento al 3% a lo largo de 2008, por efecto de los reajustes en la demanda interna y en la inversión inmobiliaria. El Gobierno ha de asumir que se enfrenta al triple riesgo de que en los próximos meses aumenten las quiebras en los nuevos negocios; que las familias presenten una mayor insolvencia; y que el paro se incremente por el flanco más débil, los inmigrantes que disponen de trabajos inestables y de menos recursos acumulados para poder encarar una eventual crisis. Las estadísticas certifican ya que el 60% de los desempleados registrados en el último año corresponden a extranjeros. No obstante, los indicadores negativos encuentran un contrapeso en la contención de los tipos de interés, un alivio para las estrategias gubernamentales y para los bolsillos de los consumidores que está evitando que los factores de decrecimiento actúen con todo su rigor. Pero la sucesión de previsiones adversas debería llevar al Ejecutivo de Rodríguez Zapatero a anticiparse al estancamiento y revisar las predicciones -un 3,3%- con las que ha elaborado el Presupuesto para 2008, a fin de garantizar la credibilidad del mismo y no ensanchar la desconfianza que empieza a aflorar en la ciudadanía por la carestía de la vida.

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