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CRÍTICA DE DANZA

El buen son de Solarson

MARGARITA MUÑOZ ZIELINSKI

Lunes, 29 de octubre 2007, 05:47

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La Semana Grande de Cajamurcia, en su XVII Festival, ha cumplido brillantemente con la danza. Si en Cartagena fue un Lago de los Cisnes enriquecido con orquesta, todo un detalle por estas latitudes, el otro acierto ha sido poder disfrutar de la esencia del sabor de la música del Caribe en un espectáculo de la compañía cubana de percusión y danza Solarson, en el que excelentes bailarines de formación académica y con dotes interpretativas llenas de humor y simpatía, haciendo uso del genero bailable son y de su variante songo, mezcla de elementos de funky, soul y otros ritmos del pop, pueden bailar y cantar transformando la rutina cotidiana en un día de fiesta. El triste solar en el que amanece va inundándose de luz y color, de charangas y diálogos matizados con toques de ironía, dúo de enamorados y, partiendo del motivo del agua, falta agua y falta la esencia de la vida, todo se convierte en canturia, en guateque, con una mezcla de ritmos cubanos, mambo, danzón, montunos sincopados y son cubano, sin dejar apartados ritmos de rumba, bambú columbia o guaguancó.

Los diez cuadros o escenas son pequeñas obras de arte inspirados en la realidad cubana y enmarcados por el rimo regular del cinquillo cubano, que alterna con otro sincopado, compás fuerte y compás débil de los instrumentos que van del cajón de rumba, la cáscara, catá y claves, y otros, el sonido de una excelente trompeta y refuerzo de grabación. Pero la creatividad hace que abanicos, escobas, palanganas, bastones y hasta las fichas de dominó acompañen el rimo enérgico y decidido de unos cuerpos que vibran, saltan, giran sin que falte esa cadenciosa sandunguera conocedora del poder de atención que su forma de caminar y contonear las caderas paraliza lo que ocurre a su alrededor.

Rumba, claqué, sillas, historias de amor, el toque humorístico de esa tubería rota, pequeña variación de centro haciendo guiños al clásico, el juego baseball y, por fin, tras la tormenta, esa lluvia agradecida por un ritual, se da paso a la alegría de las divertidas chancletas, muy buena coreografía de rosadas zapatillas sonoras, introduciendo el gran carnaval en el que el publico responde tímidamente a la invitación participativa. Pero estos chicos, que no han parado en noventa minutos, se vuelcan en que ese final sea de todos, entre las butacas, y los saludos repetidos agradecen el ya generoso aplauso a un trabajo bien hecho en esta explosión de color, ritmo y salsa que es el son. Pues eso, todos a bailar.

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