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Quico Taronjí, a bordo de su kayak trimarán durante su aventura navegando en solitario por el Mediterráneo. Harper Collins
«Cada día agradecía estar vivo»

«Cada día agradecía estar vivo»

El periodista y navegante Quico Taronjí, conductor del programa de TVE 'Aquí la tierra', presenta mañana en San Pedro del Pinatar 'Aislado', el relato de su viaje por el Mediterráneo en una frágil embarcación, naufragio incluido

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Jueves, 30 de noviembre 2017

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«Una ola descomunal avanza imparable hacia mí». Así comienza 'Aislado', el libro en el que el periodista y capitán de yate Quico Taronjí (Santander, 1970) relata una aventura no apta para todos los públicos: la que le llevó a navegar por el Mediterráneo en 2013, en solitario y durante dos meses y medio, en un precario kayak trimarán impulsado por una vela. Una singladura prevista entre Algeciras y Estambul –saludos, señor Serrat– que terminó abruptamente en aguas de Túnez, cuando un temporal reventó su cascarón y el conductor de programas en casi todas las cadenas de televisión (TVE, Antena 3, Telecinco, Cuatro, La Sexta, Telemadrid, Canal Sur...) estuvo a punto de no contarlo. El creador de 'Capitán Q' y actual presentador de 'Aquí la tierra' (TVE) los fines de semana atiende a 'La Verdad' en tierra firme, con el móvil en modo manos libres, mientras conduce por las calles de Madrid. Mañana presenta 'Aislado', seguro que con una sonrisa de oreja a oreja, en el Centro de Actividades Náuticas de San Pedro del Pinatar (19.00 horas).

¿Qué le pasó en Cartagena?

–En Cartagena estuve casi una semana, hice una de las grandes paradas del viaje porque allí volví a ver a mis padres por primera vez después de la partida. Visité el Arqua y también el Museo Naval, que es fantástico, y de donde salí con un cabreo enorme por la gran injusticia que se le hizo en su día a Isaac Peral. Me quedé con ganas de vengar su memoria. Antes toqué tierra en Águilas.

¿Por qué decide un día emprender una travesía así en solitario?

–Porque estaba muy perdido, en un momento en el que sentía mucha infelicidad; no tenía muy claras las ideas ni qué hacer, aunque sí sabía que tenía que cambiar drásticamente de vida. Y tomé una decisión a las bravas: tratar de edificar mi vida en torno a mi gran pasión, que es el mar, y seguir los pasos de los héroes de las novelas que leía de pequeño y no tan pequeño. Así que me lancé al mar en una embarcación en la que me sentía muy frágil y vulnerable pero que me permitía hacer algo meritorio y además conocerme mejor y conectar conmigo. Fue un experimento con mi propia vida.

Todos fantaseamos alguna vez con dejarlo todo y salir pitando, pero usted lo hizo.

–Bueno, también es verdad que no tenía cargas familiares ni estaba pagando una hipoteca, así que me dije: me lanzo a esta aventura y que sea lo que Dios quiera. No sabía lo que iba a pasar pero sí intuía que todo lo que iba a traerme iba a ser bueno.

Pese al mundo hipercontrolado en el que vivimos, aún es posible la aventura...

–La aventura siempre es posible, de hecho yo siempre animo a todo el mundo a que intente salir de su zona de confort. Todo lo que sea elegir el camino más incómodo, el que no controlamos del todo, es muy gratificante porque es donde más se puede aprender.

¿Cómo transcurre un día de navegación en solitario en condiciones tan precarias?

–Cada día agradecía estar vivo, cada segundo cuenta y se disfruta de manera muy intensa. Cuando vives una aventura de este tipo, navegando en solitario, es como si estuvieras degustando una gran comida, paladeando a conciencia y comprobando qué bien sabe todo. La vida del día a día sería como comer sin hambre, que llegas al final de la jornada y no sabes ni lo que has hecho, ese podría ser el símil. Por lo demás, estás pendiente de todo y siempre alerta porque estás en peligro continuo, valoras mucho el tiempo, conectas contigo y das importancia a lo que estás viviendo.

¿Qué fue lo más difícil?

–Tomar la decisión de hacerlo; una vez que te tiras al mar lo demás va viniendo solo. Luego surgen muchos problemas, pero vas lidiando con todo porque sabes y puedes, pero sobre todo porque tienes ganas.

¿Qué echó más de menos?

–La soledad es muy punzante en esas situaciones, porque no vas en un velero donde puedes guarecerte en la cabina, dormir en una cama o hacerte un café caliente.

Y siempre con el culo mojado...

–¡Siempre con el culo mojado! Y muy consciente de que una mala ola o una jugarreta del mar puede acabar con todo. Esa tensión constante tiene una parte muy buena, aunque también reparas en cosas que das por hechas pero que son muy importantes, como el amor de los padres, la camaradería de los amigos...

¿Cómo recuerda la ola que le hizo naufragar en aguas de Túnez?

–Cierro los ojos y aún soy capaz de ver cómo rompía sobre la embarcación. Puedo distinguir hasta el color del cielo, cómo se estaba poniendo el Sol en ese momento. Y justo antes sentí una punzada en el estómago que me avisaba de que todo podía acabarse ahí.

Y se acabó...

–Lo mejor de naufragar es lo que aprendes, la lección de vida. Cuando te das cuenta de lo que has hecho mal.

¿Cuántas veces se arrepintió?

–Nunca me arrepentí. El naufragio no es un fracaso, está revestido de una connotación negativa que no me gusta. No puedes llegar al éxito si no has fracasado antes. Yo soy un tío muy positivo y muy optimista. Para mí el éxito de este viaje fue tomar la decisión de hacerlo. Porque al final esto es un viaje interior.

¿Lo volvería a hacer?

–Este mismo viaje no, haría otros.

¿Qué no se olvidaría hoy de llevar y qué dejaría en tierra?

–Me sobró mucho equipaje, que es algo que sucede siempre que emprendes un viaje o una aventura, por la obsesión de tener todo a mano, y seguramente me llevaría algún elemento más de seguridad.

¿Qué recuerda de la costa de la Región de Murcia?

–Murcia siempre me ha gustado muchísimo, entre otros motivos porque es, junto con Almería, donde más horas de sol se disfrutan, y eso es una gozada cuando navegas porque te da vida. Y es una costa aún muy virgen comparada con otras zonas del Mediterráneo español, allí aún te puedes sentir expedicionario y descubrir rincones del litoral donde solo puedes llegar navegando, esas cosas que cuando las cuentas en Madrid la gente se queda con la boca abierta. Siempre me ha parecido un paraíso para navegar, un lugar muy tranquilo y acogedor.

¿Cómo encontró de salud el Mediterráneo?

–En el mar hay mucho más plástico de lo que la gente se imagina. Me encontré muchísima basura flotando, cosas que están ahí porque alguien las ha tirado y eso es muy triste.

¿Alguna imagen inolvidable?

–Tengo en la cabeza muchas. Como la descarga de sardinas en un puerto marroquí al amanecer. Parecía como si alguien hubiera extendido un mar de papel de plata. También la de tres calderones que iban en Menorca frente a mí, que se sumergieron bajo la proa y salieron por la popa. Y como imagen trágica, la de un mercante que casi me lleva por delante: recuerdo ese momento aterrador de ver las paredes del mercante a pocos metros de mí.

En 'Aquí la tierra' se celebra la riqueza natural de España, todo lo que tiene de bueno. ¿Sabemos apreciar realmente nuestro patrimonio, nuestros paisajes?

–Deberíamos aprender a hacerlo. Al final todo se reduce a una cuestión básica, que es la educación.

Por la vida, mejor con una sonrisa, ¿verdad?

–Es que la sonrisa es el mejor regalo que podemos hacer a quienes tenemos a nuestro alrededor.

La presentación

  • Dónde y cuándo: Centro de Actividades Náuticas de San Pedro del Pinatar. Mañana viernes a las 19.00 horas.

  • Entradas: Plazas limitadas. Reservas en el 686 946 334

  • El libro: 'Aislado', de Quico Taronjí. Editorial Harper Collins. 400 páginas. España. 2017. 17,90 euros.

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