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Cómo no afrontar el 'Brexit'

JOSÉ MARÍA DE AREILZA

Sábado, 25 de junio 2016, 10:06

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El resultado del referéndum británico a favor de la salida de la UE es en primer lugar un gran fracaso personal del ex primer ministro David Cameron. A muy pocos de sus conciudadanos les preocupaba la pertenencia o no a la Unión. Pero con gesto perezoso, para no tener que lidiar con el sector euroescéptico del Partido Conservador, hace unos años les prometió una consulta en algún momento que entonces parecía lejano. Ningún país serio se juega su futuro tirando una moneda al aire, justo lo que ha hecho este dirigente frívolo, que hoy abandona la política por la puerta de atrás. El Partido Laborista, liderado por un diputado nada europeísta como Jeremy Corbyn, ha sido excesivamente pasivo ante la querella conservadora y ha acabado por hacer el juego a la corriente populista y demagógica del Brexit. El referéndum ha divido en dos a la sociedad y puede romper a Reino Unido a medio plazo, con Escocia preparando un nuevo referéndum de independencia con el argumento de ingresar en la UE. El país se ha despertado tras la votación sin un buen Plan B y empieza a sufrir las consecuencias de una decisión tan irracional.

El divorcio con la UE es irreversible y la pregunta desde el continente es cómo afrontar este terremoto. Hasta ahora ningún socio europeo había pedido la salida del club y menos un Estado miembro tan señero y con tanto peso económico y militar. El proceso de integración atraviesa un momento muy delicado y esta ruptura lo debilita aún más. La Unión aún no ha salido del todo de la crisis del euro y se ve desbordada por la crisis de los refugiados. Los populismos, en sus distintas versiones de extrema derecha y extrema izquierda, o de nacionalismo radical, son fuerzas ascendentes en casi todos los países europeos. La respuesta no puede ser la invocación anticuada y mecánica del mantra de "más Europa", como si unos pocos supieran qué botones tocar para fortalecer el proceso de integración política. El despotismo ilustrado y la tecnocracia de Bruselas -la "suave tiranía", en expresión de Jacques Delors- es parte del problema. Una vez que el futuro del Estado del bienestar, los presupuestos nacionales o las reformas económicas se han convertido en asuntos europeos, se trata de reconocer la tarea pendiente de definir mejor quién gobierna Europa, cómo están representados todos los ciudadanos y qué mecanismos de rendición de cuentas son necesarios para fortalecer la democracia a escala continental. En vez de vender mejor los éxitos innegables de la integración es preciso hacer sentir a todos los ciudadanos que son ellos los dueños de un proyecto colectivo que trabaja con eficacia y transparencia por su bienestar, su seguridad y su prosperidad.

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