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Obama, junto a Panetta, Biden y Clinton, en una imagen de archivo
Obama tiene al enemigo en casa

Obama tiene al enemigo en casa

Las duras críticas del ex secretario de Defensa Leon Panetta se suman a otras vertidas anteriormente por exaltos cargos de su Administración

Óscar Bellot

Sábado, 11 de octubre 2014, 07:58

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Le resta menos de un mes para convertirse en lo que en Estados Unidos se denomina un lame duck (un pato cojo), pero a Barack Obama le viene más como anillo al dedo el refrán español de a perro flaco, todo son pulgas. A pocas semanas de afrontar unas cruciales elecciones legislativas que determinarán el margen de maniobra con que contará el presidente estadounidense para completar su mandato, las críticas por su gestión se le multiplican al inquilino del Despacho Oval. Y curiosamente no son las omnipresentes de sus adversarios las que más sangre hacen, sino que la traición, en este caso, viene de sus otrora compañeros de fatigas.

El último en propinarle una puñalada al dirigente demócrata ha sido Leon Panetta, a quien Obama puso primero al frente de la CIA y luego del Pentágono, cargos desde los que desempeñó un papel crucial en misiones del calibre de la puesta en marcha de la retirada de las tropas desplegadas en Afganistán y la caza y captura de quien fuera el enemigo público número uno de Occidente, Osama bin Laden. Fiel servidor de uno de los predecesores de Obama, Bill Clinton, este hijo de inmigrantes italianos que llegó a la cúpula del poder pese a sus humildes orígenes defendió en su día a capa y espada la reorientación de la política exterior acometida por el mandatario.

Tradicionalmente volcada hacia Europa y Oriente Próximo, Obama colocó a Asia en el epicentro de la diplomacia, procediendo a un repliegue militar en la guerra que siempre fustigó, Irak, y en la que asumió con renuencia, Afganistán. Eran tiempos en los que Al-Qaida centraba las preocupaciones de los responsables antiterroristas y en los que Abu Bakr al-Baghdadi ocupaba un segundo plano.

Pero la hidra terrorista ha mutado extraordinariamente en los últimos años y ahora la cabeza que todos quieren cortar es la del autoproclamado califa del Estado Islámico, un sanguinario y despiadado grupo yihadista que ha crecido gracias al desgobierno en Irak y Siria, alimentados por la titubeante actuación de Washington.

El propio Obama hubo de reconocer hace unos días que sus servicios de inteligencia no habían sabido calibrar adecuadamente la amenaza que suponía este grupo suní que ha decapitado ya a cinco rehenes occidentales y que amenaza con hacer lo mismo con un sexto, el estadounidense Peter Kassing.

Inoperancia

Es precisamente esa inoperancia ante el Estado Islámico la que ha desencadenado la punzante arremetida de Panetta contra su comandante en jefe. El ex secretario de Defensa publicó este martes Worthy Fights: A Memoir of Leadership in War and Peace, un libro de memorias de 512 páginas en la que fustiga a su antiguo jefe, el cual, opina, ha perdido el rumbo. Sus errores, asegura, han empantanado a Estados Unidos en una guerra contra el Estado Islámico que podría durar tres décadas.

El propio Obama ha asumido ya que legará la batalla a su sucesor o sucesora, como él heredó de George W. Bush sendas guerras en Irak y Afganistán. Pero Panetta ni otea la victoria sobre los yihadistas al permitir Obama con sus decisiones, o falta de ellas, que el Estado Islámico creciese hasta convertirse en lo que es hoy: un poder despiadado con miles de combatientes en sus filas, de acuerdo con las estimaciones de la CIA. Nigeria, Somialia, Yemen o Libia son algunos de los países que Panetta teme se conviertan en nuevos escenarios de esta guerra que ha provocado ya miles de muertos y desplazados en Siria e Irak.

Y todo ello, esgrime Panetta, por desoír los consejos de antiguos asesores como él mismo o la ex secretaria de Estado Hillary Clinton sobre la necesidad de armar a la oposición siria moderada que combate al régimen de Bachar el-Asad y de presionar más al por entonces primer ministro iraquí Nuri al Maliki para que apostase por un Gobierno multiétnico en lugar de privilegiar a los chiíes y apartar a los suníes. Lo cual entronca, según Panetta, con el modus operandi de Obama, más propio, a su parecer, de un profesor de derecho que de un estadista.

Equilibrismo

Pero Panetta dista mucho de ser el único de este cada vez más notable club de detractores de Obama. Sin llegar tan lejos como el exjefe del Pentágono, Hillary Clinton también ha lanzado ya algunos dardos contra el antiguo rival y posteriormente aliado suyo. Y como Panetta, la oportunidad se la dio la presentación de un volumen de memorias sobre sus años al frente de la diplomacia estadounidense, Hard Choices.

Obligada, debido a su probable candidatura presidencial, a hacer un enrevesado juego de malabarismos, Hillary Clinton se ha distanciado también de las decisiones adoptadas por Obama en relación con la guerra en Siria. Como Panetta, ella era partidaria de una línea más dura, incluyendo el entrenamiento y el suministro de armas a los rebeldes a medida que la revuelta contra El-Asad tomaba cuerpo. Y no ha dudado en recordarlo ahora que el ascenso del Estado Islámico ha intensificado el debate sobre la actuación de Occidente. La esposa de Bill Clinton atribuyó el avance yihadista al fracaso de la Casa Blanca en la construcción de una coalición moderada que combatiese al presidente sirio. "Si hubiéramos apoyado, entrenado y equipado antes a un núcleo del Ejército Libre de Siria, tendríamos mejor idea de lo que estaba pasando en el terreno. Y habría sido de ayuda para levantar una oposición política creíble, manifestó.

Hillary Clinton también marcó distancia con Obama en relación con el programa nuclear iraní. Pero siempre mirando con cuidado el terreno que pisa, pues de lanzarse a por la Casa Blanca en 2016 precisará del apoyo del mandatario si no quiere caer en el error cometido por Al Gore cuando dejó de lado casi hasta el último momento a Bill Clinton en su infructuosa batalla ante George W. Bush en el año 2000.

Falta de confianza en sus asesores

Con mucho menos tiento se manejó otro antiguo alto cargo de la Administración Obama, Robert Gates, ex secretario de Defensa como Leon Panetta y también detractor de muchas de las decisiones el demócrata. Gates de filiación republicana, ya era jefe del Pentágono con George W. Bush y Obama decidió mantenerle al frente del estamento militar para que preparase la retirada de Irak y pusiese a las tropas en condiciones de hacer lo mismo, más tarde en Afganistán. Cumplió con ambos encargos y poco después de limpiar su despacho, como Panetta, cargó contra su antiguo jefe.

Dijo Gates en su libro Duty. Memoirs of a Secretary at War, publicado a comienzos de este año, que Obama parecía no creer en la senda que él mismo había marcado y acusaba al mandatario de desconfiar de los militares que le prestaban asesoramiento. El republicano elogiaba el carácter y la integridad del presidente, pero le tachaba de indeciso y consideraba que era excesivamente renuente a asumir compromisos militares.

Unas opiniones en consonancia con la que vierte ahora Panetta y que colocan a Obama en un nuevo brete. Los enemigos, más que en la acera opuesta, parece tenerlos el demócrata en su propia casa.

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