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Romeva, retratado en Barcelona durante la presentación de su primera novela, 'Sayonara Sushi'.
Un candidato  con mucho punto

Un candidato con mucho punto

Bucea, nada en aguas abiertas, escribe novelas, pinta, es 'casteller' y ha trabajado de profesor de lambada. Desde luego, para Raül Romeva, hay mucha vida más allá de la política

CARLOS BENITO

Lunes, 3 de agosto 2015, 12:18

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En cierto modo, el sobrenombre ya estaba ahí, flotando en el éter, en espera de un personaje apto para asumirlo con cierta gracia. El exministro griego Yanis Varoufakis ha hecho popular una nueva estética de la política, con su presencia formidable y su alergia a corbatas y convencionalismos, y parece cuestión de tiempo que vayan apareciendo reflejos suyos en las distintas naciones, 'el Varoufakis británico', 'el Varoufakis francés', quizá incluso 'el Varoufakis alemán'. En nuestro país, ya hemos encontrado una figura a la que le ajusta este zapato de Cenicienta con forma de bota de motero: en cuanto se anunció que iba a encabezar la lista unitaria de Artur Mas y Oriol Junqueras, a Raül Romeva le colgaron la etiqueta de 'el Varoufakis catalán'. O 'español', que en esto del apodo también hay distintos enfoques.

Aunque el factor definitivo a la hora de buscar la referencia ha sido, sin duda, el capilar, los dos políticos comparten algunos rasgos más: son economistas (después de licenciarse, Romeva se doctoró en Relaciones Internacionales), tienen una biografía itinerante (el catalán, que se define como persona «de culo inquieto y de raíces múltiples y variadas», ha residido en Montpellier, París, Sarajevo y, como eurodiputado, Bruselas y Estrasburgo) y los dos transmiten una sensación diferente a la de los políticos de toda la vida, esos que parecen haber consagrado todos sus esfuerzos a acomodar su persona a los patrones estandarizados del oficio. Si indagamos en lo ideológico, nos toparemos con que, en su libro 'Som una nació europea', Raül Romeva incluso dedicó un capítulo a analizar elogiosamente las tesis de Varoufakis.

Y, como ocurre con el exministro griego, sobre Romeva se puede hablar durante un buen rato sin necesidad de entrar siquiera en materia política. Nació en 1971 en Madrid, de padres funcionarios, pero la familia se instaló pronto en Cataluña: de los 9 a los 21 años, su vida transcurrió en Caldes de Montbui, provincia de Barcelona, donde su padre dirigía una granja escuela de la Diputación. Él mismo suele apresurarse a destacar un rasgo de su infancia que ha marcado sus aficiones de adulto: el pequeño Raül era extremadamente devoto de los documentales de Jacques Cousteau y se dejaba la paga en sus fascículos sobre el mundo submarino. Aquella fascinación por los océanos no se ha disipado jamás, hasta el punto de que Romeva arrastra todavía hoy dos sueños incumplidos y una fantasía irrealizable: siempre ha querido navegar a bordo del 'Calypso', el mítico barco del oceanógrafo francés, y también aspira a dar la vuelta al mundo en velero, pero incluso ha llegado a declarar en alguna entrevista que, si eso fuese posible, se quedaría a vivir dentro del agua.

Como la biología se lo impide, se conforma con pasar a remojo tanto tiempo como puede. Su mayor pasión es el submarinismo, que ahora, en verano, suele practicar en las Medas o en el entorno de Begur, el pueblo de Girona donde pasa las vacaciones. Allí tiene la costumbre de participar en la limpieza anual de fondos marinos que organiza un club de la zona. También sabe disfrutar de la superficie: posee el título de patrón de embarcaciones de recreo y es un nadador más que solvente, amante de las aguas abiertas. En realidad, su deporte original fue el atletismo, pero se rompió el tendón de Aquiles y le recomendaron una buena dosis de piscina para superar las secuelas de la lesión: en el Club Natación Sabadell llegó a entrenar a las órdenes del técnico holandés Paulus Wildeboer, Papá Paulus, junto a compañeros que después llegaron a competir en las olimpiadas, además de jugar como portero en el equipo de waterpolo de Caldes. Su existencia anfibia continúa en la actualidad: en el Swim By Sunset de este mismo mes, una travesía de cinco kilómetros y medio entre Llançà y El Port de la Selva, completó el recorrido en una hora y trece minutos.

Pero las actividades acuáticas constituyen solo una parte de su amplísimo repertorio de aficiones, un abanico abrumador que va desde el baile (en determinada época de su vida trabajó como profesor de lambada) hasta la pintura al óleo (le gustan especialmente el fauvismo y el postimpresionismo), pasando por el yoga y los 'castells': su anatomía de más de metro ochenta es uno de los puntales de la 'colla castellera' de Sant Cugat del Vallès, el municipio donde reside actualmente con su esposa y sus dos hijos. Y, por supuesto, consagra buena parte de su ocio a la literatura: ha publicado dos novelas (la primera, un thriller titulado 'Sayonara Sushi', combina en su trama asuntos como la inmigración ilegal, el expolio de los mares y las élites político-económicas) y es un lector omnívoro que menciona entre sus favoritos a Almudena Grandes, Quim Monzó, Amy Tan o Haruki Murakami. En el último Sant Jordi se compró la edición catalana de 'La palabra contraria', la reivindicación del derecho a opinar del italiano Erri de Luca, y entre sus recomendaciones más recientes están las «mágicas palabras» de la belga Amélie Nothomb en 'Pétronille'.

Cazas en el cielo

Desde muy joven, Raül Romeva militó en ICV, a la vez que desarrollaba profesionalmente su vocación de «investigador por la paz», que sustituyó en sus aspiraciones al deseo infantil de capitanear un barco. Con veintidós años participó en varias iniciativas de apoyo a los refugiados bosnios de los campos de Croacia y después se convirtió en ayudante del representante de la Unesco en Sarajevo. Su tesis doctoral acabó versando, precisamente, sobre la 'Rehabilitación posbélica y construcción de la paz' en Bosnia-Herzegovina. Dio el salto a la política de primera línea con su escaño en el Parlamento europeo, donde permaneció dos mandatos y se caracterizó por ser uno de los diputados más activos: superó las 1.300 preguntas planteadas, aunque se le recuerda sobre todo por aquella carta a la UE en la que alertó sobre una hipotética intervención armada española en Cataluña, vinculándola a unas maniobras del Ejército del Aire desarrolladas en Lleida. Aquella denuncia le llevó a un agrio intercambio de pareceres con el periodista Carlos Herrera: «Cuando a uno le pasan los cazas por encima de la cabeza y no se lo espera, eso en el momento actual genera incertidumbre», argumentó entonces Romeva.

Su ruptura con ICV es muy reciente y tiene que ver, cómo no, con el proceso soberanista: frente a la apuesta que ha hecho la formación por el federalismo, Raül Romeva se muestra como un firme partidario de un Estado catalán. Su coincidencia con Oriol Junqueras en la lista de Junts Pel Sí no sorprende a nadie, ya que el presidente de Esquerra es buen amigo suyo, pero la proximidad a Artur Mas resulta chocante y novedosa: basta un vistazo a las hemerotecas para comprobar que Romeva nunca ha sido el mayor admirador de las políticas de Convergència: «Si fuese por CiU, Cataluña sería una gran autopista con centrales nucleares, construcciones y fábricas por doquier, y ningún árbol para dar sombra», reprochaba en 2009. Ahora, habrá que ver cómo se articula esa rara bicefalia entre Mas y su particular 'Varoufakis', ese tipo respondón con cuerpo de nadador que de pronto ocupa el centro de la imagen.

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