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Se comerán 142.000 raciones de fresas con nata este año.
El torneo de los clásicos

El torneo de los clásicos

Fresas con nata, 'scones', Pimm's... Además de tenis, en Wimbledon se practica la tradición como en ninguna cancha

J. FERNÁNDEZ

Martes, 7 de julio 2015, 12:27

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En el club de tenis All England Lawn todo es exquisito. Hasta la hiedra que recubre la fachada de la casa club tiene un aire noble. Traspasar la puerta de entrada no es fácil. Y formar parte de su selecto grupo de miembros tampoco. Tiene 375 de pleno derecho y otros cien temporales, que cambian cada año. La lista de espera es larga. Para empezar, se necesita la carta de recomendación de cuatro socios, y que dos de ellos te conozcan desde hace, al menos, tres años. Pero hay otra forma de entrar: ganar su prestigioso torneo, cuyo pistoletazo de salida dio ayer el vencedor de la edición pasada, Novak Djokovic, como manda la tradición. Y ésta, en Wimbledon, manda mucho.

La más conocida es sin duda la que rige el 'dress code' de los participantes. A lo largo del año, los genios de la raqueta se visten con la colorida equipación que les envían sus patrocinadores: Nike, Adidas, Lotto, Sergio Tacchini, Lacoste... Hasta H&M, como en el caso de Thomas Berdych. Pero llega Wimbledon y todo cambia. Las empresas se encargan de hacerles llegar los nuevos e inmaculados uniformes, zapatillas incluidas. Sí, en las pistas del club All England Lawn se juega de blanco de arriba a abajo. Sin excepciones. Hasta la ropa interior tiene que ser de este color. El año pasado, la británica Naomy Broady salió a la cancha sin sujetador porque no cumplía la norma, el español Marc López, que participaba en dobles, tuvo que cambiarse los calzoncillos porque eran negros, y su colega australiano Marinko Matosevic fue apercibido porque los llevaba azules.

Pero no todas las tradiciones son tan polémicas. También están las fresas con nata. Si uno se acerca al club del que es mecenas la mismísima reina durante estas dos semanas, aunque sea solo para seguir los partidos en una pantalla gigante en el Murray Mound, no debe resistirse a este manjar. Merece la pena pagar los 3,5 euros que cuesta la tarrina (se dispensarán 142.000). Las fresas se traen casi en el día desde el condado de Kent, el jardín de Inglaterra. La principal suministradora es la granja de Marion Regan, que el año pasado recibió el máximo galardón que se otorga a un horticultor en el país.

El panadero

La jornada arranca a las 5.30 horas de la mañana en su huerta, donde los empleados se esmeran en la minuciosa labor de seleccionar las fresas que han de ir a Wimbledon. Este año serán 30 toneladas. No deben ser muy grandes ni muy crujientes, y tienen que resultar sabrosas. Las variedades más resultonas son Elsanta y Sonata, confiesa la distribuidora al periódico inglés 'The Guardian'. Pero cuando tiene que preparar las cajas para el palco de autoridades, en el que ocasionalmente se sienta Isabel II (en 2010 acudió tras 33 años de ausencia), escoge la Jubilee, la «reina de las fresas».

La organización supervisa a diario cada detalle. No se permite ni el más mínimo desliz. Por eso confía en los mismos proveedores año tras año. Ken Slatter es, a sus 74 años, otra de esas personas vinculadas con el torneo desde siempre. De hecho, es la segunda generación de su familia que se dedica a lo mismo. Desde su modesto obrador en Sydenham Road, sirve cada día unos 10.000 'scones', unos bollos típicos que los ingleses toman con mermelada y 'clotted cream' (una nata muy grasa y espesa) para desayunar o con el té. Los elabora por la noche y casi llegan calientes a las instalaciones. Si el día está gris, sabe que muy probablemente se quede corto. Cuando la lluvia arrecia, y es algo que suele pasar varias veces a lo largo de la competición, los británicos se entretienen comiendo... Y bebiendo.

En Wimbledon hay dos néctares oficiales que no deben faltar llueva, truene o haga sol. El más glamuroso es el champán. Se calcula que este año se servirán unas 17.000 botellas. Algunas se regalarán a los propios participantes, aunque no todos saben qué hacer con ellas. Hace unos años, la checa Nicole Vaidisova se dejó olvidada una en la casa que había alquilado para quedarse durante el torneo, una práctica habitual entre los profesionales que transforma la fisonomía de este tranquilo barrio al sudoeste de la capital. Algunos vecinos abandonan sus hogares durante estos días para 'cederlos' a los deportistas que buscan más comodidades que las que da un hotel. Eso sí, a precio de oro.

El otro elixir imprescindible del torneo es el Pimm's, un digestivo muy refrescante a base de ginebra y licores de frutas que empezó a comercializar en 1851 Mr. Pimm, el hijo de un granjero de Kent que abrió su propio bar de ostras en Londres. Los británicos lo adoran para apagar su sed en época de calor. En estas dos semanas, se despacharán 230.000 vasos a ocho euros cada uno.

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