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PUNTO G

La belleza está en todas partes

LOLA GRACIA @LOLAGRACIA2

Lunes, 22 de diciembre 2014, 09:50

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Hay mañanas envueltas en bruma que nos anuncian el regalo incomparable de un mediodía soleado. Solo hay que esperar. Pero somos tan impacientes. La belleza está por todas partes. Como el amor y la famosa canción de 'Wet, wet, wet'. Pero somos tan impacientes.

La belleza es la Victoria de Samotracia. Su triunfo deconstruido en el descansillo del Louvre. Su mérito, su gran valor, es que nos siga impactando después de los siglos, o de pasar cuatro días en París empachados con tanta hermosura. Ahí está ella. En soledad, esperando sorprender al humano ya tan desengañado.

La belleza es la dignidad en la decrepitud. Conformarse con un reloj de imitación porque no hay para un Michael Kors. Disfrutar de una copa de vino con los amigos. La complicidad ante el caos. La solidaridad ante el desconcierto de esta crisis que no parece acabar nunca.

La vida es la belleza porque, aunque parezca de perogrullo, la belleza real está viva. Por eso nos impresionan los muros que caen; la piedra abandona ruidosamente su quietud, el pálpito humano la empuja con fuerza soterrada de siglos. Porque somos increíbles, capaces de lo mejor y de lo peor. Aunque haya calma chicha en el exterior, en nuestro interior persiste una llama inextinguible, poderosa. A veces, un suceso inesperado nos sacude, como el doctor que provoca el llanto en el bebé recién nacido. A veces, la alquimia de las personas levanta de la nada grandes pasiones, grandes empresas, iniciativas que cambian el mundo. La química de los humanos que convierte los sueños, por descabellados que parezcan, en realidades, quizá también descabelladas.

Como aquel fragmento de 'American Beauty', puede que la belleza sea también una bolsa de plástico que flota sin ruta, ni metas. Sin planos ni brújulas. Ahí va ella, en pos del viento, donde la quiera llevar. En este mundo programado, previsible, cíclico y hasta aburrido, existe la sorpresa, incluso la agradable sorpresa. El cumplido luminoso. Una carta que jamás pensabas encontrar en tu buzón. Un regalo de quien menos sospechas. La sonrisa gratuita de los viandantes que, no sabes por qué, te sonríen siempre. Y te miran a los ojos. Y comparten contigo esa llama cálida. Quizá una buena noticia o saber que les espera en casa alguien a quien echaban de menos, un buen chiste o un pellizco de pedrea.

Y no importa que en muchas casas, incluso en aquellas que menos sospechéis, no se pueda encender la calefacción porque descubrimos la belleza de una buena manta. O el insustituible calor humano, el excitante 'sexual healing' que tantas pasivas parejas burguesas han olvidado para siempre jamás.

Y no importa comerte un bocata en el Drexco porque te trae maravillosos recuerdos de amigas que compartían trabajo y risas en una oficina diminuta del centro de Murcia. Y esas amigas siguen ahí, detrás de un mensaje de whasapp. Pensado y leído.

La belleza está en una joven que descubre anonadada el silencio y el espectacular mensaje de las piedras que habitan la ciudad de Westminster en el mismo centro del concurrido y cosmopolita Londres.

Hay momentos de estupor y espanto que nos anuncian la calma tras la tormenta. Solo hay que esperar. Pero somos tan impacientes. La belleza está por todas partes. Como el amor. Tú y yo somos bellos. Y no habrá Navidad más hermosa que ésta a pesar de nuestras manos frías, de las dudas; de tantas imposibilidades. Tú, que lees esto y que te encanta la Navidad. Tú, que lees esto y que odias la Navidad. De verdad, te lo aseguro: la belleza está en todas partes ¡Pero somos tan impacientes!

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