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Paco Ureña y Sebastián Castella, este domingo, saliendo a hombros de La Condomina.

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Paco Ureña y Sebastián Castella, este domingo, saliendo a hombros de La Condomina. Guillermo Carrión / AGM

Ureña y Castella salen a hombros de La Condomina

El de Lorca firma una faena muy completa con capote y muleta a la que el francés da réplica. Perera se marcha de vacío, en una actuación sin alma

FRANCISCO OJADOS

Murcia

Domingo, 10 de septiembre 2017

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Comenzó el abono con un cartel muy distinto al presentado allá por el de julio. Unos se anuncian y otros las torean, reza el dicho taurino. Hasta dos sustituciones fueron necesarias para recomponer un cartel en el que solo quedó del original Paco Ureña. Las ausencias de Morante de la Puebla y José Mari Manzanares fueron cubiertas por Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera, que, por lo visto en los tendidos, no tuvieron el tirón deseado en la taquilla.

Tampoco se lidió completa la corrida de Cuvillo, hierro que llevaba quince años sin estar presente en La Condomina, y que necesitó de un remiendo de Las Ramblas que le cayó en suerte a Paco Ureña, que lo echó en último lugar.

Ficha del festejo

  • Plaza de toros de Murcia. Feria de septiembre. Primera corrida de toros del abono.

  • Cinco toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presencia, buenos tercero y cuarto, y uno de Las Ramblas (lidiado en 6º lugar), muy deslucido, para:

  • Sebastián Castella, de grana y oro, aplausos y dos orejas

  • Miguel Ángel Perera, de azul turquesa y oro, palmas y palmas tras aviso.

  • Paco Ureña, de caña y oro, dos orejas y silencio.

  • Incidencias: Algo menos de media entrada en tarde soleada. Sebastián Castella y Paco Ureña salieron en hombros.

Abrió plaza Gavilán, un toro melocotón, primero del lote de Sebastián Castella, que cambió el primer tercio con un puyazo medido de José Doblado. Intentó lucirse el matador en un quite por chicuelinas, rematado en el mismo centro del anillo con una revolera. Se cubrió el segundo tercio con buenos pares de banderillas de José Borrero y Vicente Herrera. Sin brindar, en la primera raya comenzó el francés su faena, citando para los adentros, por alto. Fue toro noble, de embestida corta, por ello, también soso. Con tal material, que dejó estar delante a Castella sin agobios, el francés alargó en exceso la faena, pulcra, tirando del burel por ambos pitones, para acabar acortando las distancias para llegar a meterse entre los pitones, hasta prácticamente abusar. Una estocada trasera fue la culminación de una obra insulsa. En el arrastre del burel se escucharon leves pitos, mientras que el matador fue obsequiado con aplausos que recibió entrebarreras.

Se enfadó el respetable cuando saltó al ruedo el segundo de la tarde, Halcón de nombre. Un astado a punto de cumplir los cinco años que dio en la báscula cuatrocientos ochenta kilos, colocado chorreado de capa y escaso de trapío, por el volumen. Impropio para esta plaza. El menos toro de una corrida que por lo demás fue digna. Miguel Ángel Perera lo lanceó sin lujos. Se acrecentó la protesta cuando saltaron al ruedo los picadores y más aún en el momento en el que toro dio un volantín completo del que resultó maltrecho al golpear la columna vertebral del animal con el albero. Un picotazo fue el resumen de la suerte de varas. Con el ruido de fondo de voces objetoras a la presentación del Cuvillo comenzó su faena de muleta Perera, al que el respetable no echó cuentas. El caso es que el torito, pese a lo endeble que quedó por la costalada, humilló con nobleza. Pero la falta de emoción preponderó. Mató de estocada, sin dilaciones, lo que fue de agradecer. La bronca al toro en el arrastre fue seguida por palmas para el diestro.

Con ambiente hostil saltó al ruedo el tercero. Este fue toro bajo, pero de buenas hechuras y que lució dos defensas decentes. Escarbó y se hizo el remolón antes de acudir al capote de Ureña, que lo esperó entre las dos rayas de picar para firmar un saludo celebrado por la grada, en el que enjaretó cinco verónicas fenomenales, por bien compuestas y lo encajado que estuvo el diestro, que continuó lanceando con el capote a la espalda. Así llevó también al alegre toro de Cuvillo al caballo de Vicente González, toreramente, por gaoneras, la primera citando en la boca de riego. Empujó el astado al caballo hasta derribar a piquero y una vez que este abandonó el ruedo, de nuevo Ureña, como declaración de intenciones, se colocó en los medios, reiteró el gesto de echarse el capote a la espalda, lo escondió primero y lo mostró después desde la distancia para, con hieratismo, formarle un lío al toro en un quite iniciado con una tapatía, a la que añadió la gaonera, la saltillera y la revolera. Brindó a las hijas del añorado maestro Dámaso González y se marchó a los medios, donde comenzó su faena hincado de rodillas para torear en redondo, calentando motores. Ya de pie, se descalzó el torero, y en el tercio citó para ligar la primera tanda diestra, alargando las embestidas del astado, que tomó la muleta con nobleza pero sin empuje, y templando mucho, hasta abandonarse en el pase de pecho. Toreó muy bien Ureña, con la muleta barriendo el albero, tanto con la derecha como al natural y ya con todo el pescado vendido, se pegó un arrimón final en el que se dejó llegar los pitones a la taleguilla, para acabar con un desplante a cuerpo limpio que levantó los ánimos. La estocada fue de premio, al viajar muy recto y hundir todo el estoque en lo alto. Dobló con prontitud el cornúpeta y a manos del lorquino fueron a parar las dos primeras orejas de la feria. Las que le aseguraban la puerta grande. Con ánimo de redondear su triunfo salió ante el sexto, el toro de Las Ramblas que retocó el encierro. Un clorado que tuvo su seriedad por delante, enseñando las puntas. Recortó en el capote, impidiendo el lucimiento de un dispuesto Ureña, quien tras un buen y medido puyazo de Pedro Iturrralde, lo brindó el de Lorca desde los medios. Su esfuerzo por completar una tarde triunfal en su tierra resultó baldío. Lo intentó todo, pero la res se paró y no dio opciones. Torero de carácter, volvió a matar de otro gran volapié.

Había levantado la tarde Ureña con el tercero cuando andando salió al ruedo el cuarto, con algo de más de alzada. Frío fue el toro en la capa y también fue gélido el saludo de Sebastián Castella. El tercio de varas fue en mero trámite y tras el tercio de banderillas, el galo caminó a los medios para brindar al respetable. A partir de ahí la actuación del diestro de Beziers tomó vuelos desde los cuatro pases iniciales sin mover las zapatillas, citando desde la distancia, dos de ellos cambiando el viaje por la espalda. La faena, desde esos vibrantes comienzos, no bajó el diapasón, fruto también de la dulzura y el recorrido de un buen toro de Cuvillo con el que se entendió en tandas que tuvieron la gran virtud de una ligazón sin fin. Con tres cuartas de espada dobló pronto el astado. Dos orejas de ley paseó Sebastián, que se aseguraba su foto en la salida por la puerta grande junto a Ureña.

Quedaba por rematar la tarde Perera. Si en el pequeño segundo no hubo conexión, tampoco la consiguió ante el quinto, toro con peores hechuras, pero que sirvió para la muleta. Lo brindó el extremeño que comenzó su faena tirando líneas. Hubo exceso de metraje en un trasteo que tuvo momentos en los que tiró bien del astado pero al hilo del pitón en la mayoría de las ocasiones. De media defectuosa cerró su tarde sin eco.

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