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MIGUEL OLMEDA
MADRID
Viernes, 11 de agosto 2017, 08:30
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Londres 2017 está siendo el Mundial de las sorpresas. Primero en el 100 y después en el 200. Cuando todo el mundo había puesto los focos en el duelo entre Isaak Makwala y Wayde van Niekerk, apareció Ramil Guliyev para reventar una final descafeinada. Sin Bolt, centrado en los 100 y el relevo; sin De Grasse, lesionado; y con los dos africanos procedentes del 400 literalmente fundidos, el turco hizo historia. Solo el griego Kostas Kenteris había logrado el oro para un país europeo en el doble hectómetro anteriormente.
Guliyev no firmó una carrera brillante, ni siquiera se acercó a su mejor marca de 19.88, pero le bastó para poner en pie al Olímpico de Londres. Con un crono de 20.09 y un tramo final poderosísimo, el velocista nacido en Azerbaiyán solventó salomónicamente la disyuntiva entre Makwala y Van Niekerk y heredó el trono de Usain Bolt. El botsuano salió muy fuerte pero se esfumó de la pelea tras salir de la curva, agotado por el norovirus que le había impedido competir por el 400 y que le había obligado a doblar el miércoles en el 200 para estar en la final. Y el sudafricano, que ya había sufrido para clasificarse, tampoco fue capaz de mantener el ritmo de Guliyev, aunque terminó colgándose la plata. El bronce fue para el trinitense Jereem Richards.
La victoria del atleta turco sorprendió a todo el mundo menos al propio atleta. Algo tramaba Guliyev cuando, con un tiempo inferior a diez segundos en los 100 metros, renunció a la prueba reina de la velocidad para centrarse en la que ahora él reina. Sin Bolt y sin el lesionado André de Grasse sus opciones se multiplicaban, aunque nadie le diera en las quinielas. Tenía una bala y se sabía capaz de saber utilizarla.
Por otro lado, tuvieron que pasar varios años tras la retirada de Jonathan Edwards a principios de siglo para que el triple salto encontrara un dominador a la altura del británico. Lo hizo al otro lado del charco, en Estados Unidos, donde Christian Taylor, también cuatrocentista en sus inicios, volaba literalmente. El norteamericano lo ha ganado todo desde Daegu 2011 a excepción de Moscú 2013: dos oros olímpicos y dos mundiales, que ayer se convirtieron en tres.
En la tercera final del día, la del 400 vallas femenino, las norteamericanas impusieron su ley. Dalilah Muhammad y Kori Carter llegaban al Mundial con la sexta y la décimo octava marcas de todos los tiempos, conseguidas en junio en los 'trials' de Sacramento. En la capital británica se invirtieron las tornas y fue Carter quien se llevó la medalla de oro por delante de su compatriota.
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