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Antoine Griezmann sostiene el trofeo de la Europa League. Peter Cziborra (Reuters)
Griezmann olvida la espina del penalti fallado en Milán
Final

Griezmann olvida la espina del penalti fallado en Milán

El francés, que erró en San Siro en la final de la Champions de hace dos años, fue decisivo esta vez con un doblete con aroma de despedida

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Miércoles, 16 de mayo 2018

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Antoine Griezmann tenía una cuenta pendiente con el Atlético de Madrid en Europa. Un penalti errado ha rondado por su cabeza desde hace dos años. Fue en Milán, en la final de la Champions de hace dos años ante el Real Madrid. Acababa de comenzar la segunda parte, el Atlético caía tras el gol de Sergio Ramos en el primer acto pero había salido con ímpetu tras el paso por los vestuarios. En el segundo minuto de la reanudación, Pepe midió mal y derribó a Fernando Torres en el área blanca. Penalti a favor del Atlético y ocasión inmejorable para el empate. Griezmann asumió la responsabilidad desde los once metros pero el potente remate del francés se estrelló con violencia contra el larguero de la portería blanca.

El francés falló en San Siro una pena máxima que como él mismo reconoció posteriormente podría haber cambiado el curso de la final con un Atlético volcado sobre la portería de Keylor Navas tras el descanso. «Estoy seguro de que si hubiese marcado ese penalti, habríamos ganado la Champions», sostuvo en varias ocasiones el galo.

Dos años después, Griezmann y el Atlético volvían a una final continental y esta vez no iban a fallar. Con una veintena de minutos de juego transcurridos y algunos avisos más o menos serios del Olympique de Marsella, tras un despeje del portero marsellés, Steve Mandanda, y el control erróneo de su compañero Zambo Anguissa, al delantero francés le quedaba un balón inmejorable a pase de Gabi. Cerca de la media luna del área y totalmente solo ante la portería del OM. Demasiada concesión para un delantero con la calidad del francés, que se acomodó el balón con un toque de precisión y definió de manera perfecta ante el portero congoleño.

En la segunda parte, de nuevo Griezmann ante el marco galo tras pase de Koke, otro toque de calidad con su zurda de seda y un sutil remate por encima de Mandanda para encarrilar la final. Era el tanto decisivo. El golpe delicado pero letal para la caída del embravecido OM de los primeros minutos a la lona del Parc OL. La guinda perfecta para un futbolista que ha participado en doce de los 25 goles del Atlético en competición europea esta temporada. Ocho tantos y cuatro asistencias entre Champions y Europa League para un jugador que anotó en todas y cada una de las cuatro eliminatorias que el Atlético superó en la competición y que se enseñoreó de la final, como pretendiendo demostrar que su fútbol está hecho para los focos de la Champions y no de esta Europa League a la que el Atlético llegó de rebote tras su inesperada eliminación en la fase de grupos de la máxima competición continental.

Como si del guión soñado se tratase, el bigoleador de la final dejó su lugar en el terreno de juego a Fernando Torres a falta de escasos minutos para el final. Los silbidos de alguna parte de la temporada contra el francés se transformaron en una ovación de gala por parte de la afición colchonera desplazada a Lyon, que reconoció el papel decisivo del designado oficialmente como mejor jugador de la final.

«Cuando me fui de casa a los catorce años quería ganar títulos y ojalá puedan llegar más», afirmó de manera escueta el futbolista francés, que atribuyó a una «mezcla de sangre fría y confianza» sus dos golazos.

Ahora volverán los incesantes rumores sobre su posible marcha al Camp Nou, pero si ha de partir, Griezmann lo hará como héroe de una final que le ha dado el título que le faltaba con el Atlético, más allá de la Supercopa de España que conquistó ante el Real Madrid en el verano de 2014, tras su llegada al club. El máximo goleador en competiciones europeas de la historia del Atlético se desquitó además de otro mal recuerdo, la final de la Eurocopa que su selección perdió en el Stade de France ante Portugal. Esta vez, jugar más cerca de casa que nunca -Mâcon, su ciudad natal, se encuentra a poco más de 70 kilómetros de Lyon- sí fue talismán para el Principito.

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