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Mapas sin mundo (22/10/17)

Pedro Alberto Cruz

Domingo, 22 de octubre 2017, 14:47

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Llegado un momento, los días dejan de pasar sin más y solo saben destruir. Es una sensación que todo el mundo ha tenido alguna vez. El problema es cuando ese fogonazo de crueldad se estabiliza en ti en forma de una toma de conciencia que todo lo impregna y que vacía de sentido cuanto haces. ¿Para qué procurar y esforzarse para que todo esté en orden cuando el mundo que te importa y amas acabará desapareciendo? Quizás se trate del sentimiento más básico y elemental surgido del ser humano. Pero, particularmente, no concibo otra manera de vivir. Cuando el drama no es una opción sino un destino seguro, todo cuanto no sea un sentimiento de duelo por cada día erosionado es apostar por la ficción y el autoengaño. Es posible que en esta conciencia irreductible de destrucción, y en el desconsuelo que se deriva de ella, se halle el único lugar común en el que el conjunto de la sociedad se pueda reencontrar y edificar un sentimiento de auténtica y pura empatía. Lo único que nos une es la fragilidad, el padecimiento en carne viva del tiempo. Anestesiar este dolor es abocar a la convivencia a un narcisismo destructivo. Se trata de asumir que nadie sobrevivirá, no de generar artefactos que inviten a pensar lo contrario. Los héroes tienen el mismo destino que los cobardes: la muerte.

Katarzyna Kozyra, Jo Spence, Nancy Fried, Annie Sprinkle... Todas ellas artistas que convirtieron su cáncer de mama en material artístico capaz de visualizar la posibilidad de otros cuerpos no-normativos. No sé cuantas veces he mostrado sus obras en clase y, siempre, sin excepción, se me acaba rompiendo la voz. Ante imágenes como éstas, cómo no considerar gran parte del resto de la producción artística contemporánea como una gilipollez producto del diletantismo y de la corrección política más especulativa.

Suele pensarse que el sistema educativo mejora porque atiende a la diversidad. Pero ¿qué es lo que sucede cuando la gestión de lo 'excepcional' se protocoliza y lo anteriormente calificado como 'diferente' es cartografiado? Ocurre simplemente que se amplía el perímetro de lo normativo y que los intersticios del comportamiento -aquellos para los que no existen reglas- continúan considerándose como anomalía del sistema. La alteridad pura y dura no se puede protocolizar. Es una aporía.

Tengo un enorme dilema sobre una película como 'Fe de etarras'. De un lado, considero que es una comedia inteligente, con la cual me he reído a más no poder por momentos. Igualmente, siempre he considerado -siguiendo a grandes como Baudelaire o Bergson- que el humor es la clave que permite cifrar la madurez y evolución de una sociedad, y que permite superar y poner distancia sobre ciertas cuestiones y problemas. Pero, de otro lado, el dilema ético que me plantea un producto como éste es si tengo derecho a reírme y a frivolizar sobre una cuestión que, aunque no me ha afectado directamente, ha dejado miles de víctimas durante casi cuarenta años. Dicho de otra manera: ¿el simple hecho de que existiera una sola persona que sufre por las consecuencias del terrorismo invalida de facto la posibilidad de que los 'no-afectados' se descojonen con historias relativas a dicha cuestión? ¿Puede uno reírse con asuntos que para otros son materia de sufrimiento?

Tanto nos hemos acostumbrado a hablar con desprecio acerca de los demás que lo hemos interiorizado como una de las formas del respeto y de la normalidad democrática. El problema no es cuando uno insulta, sino cuando deja de ser consciente de ello.

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