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Pedro Luis Ladrón de Guevara. Poeta Enrique Martínez Bueso
Pedro Luis Ladrón de Guevara: «La humanidad se apaga como una cerilla»

Pedro Luis Ladrón de Guevara: «La humanidad se apaga como una cerilla»

Publica en Italia y España su nuevo poemario, muy crítico con la actualidad, 'Volveré a donde estaba'.

ANTONIO ARCO

MURCIA

Viernes, 27 de abril 2018, 09:42

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«La humanidad se apaga como una cerilla en mitad de la noche», dice Pedro Luis Ladrón de Guevara (Cieza, 1959), catedrático de la UMU, traductor de literatura italiana y poeta. Fascinado por las sirenas, «que poseen un arma más terrible que el canto, su silencio», y defensor del conocimiento y de la búsqueda de la belleza como dos territorios desde los que la existencia se vive con más sentido y gozo, acaba de publicar su nuevo poemario, que en la edición bilingüe italiano-español se titula 'Tornerò dov'ero' (Ensemble), y en la española 'Volveré a donde estaba' (Huerga&Fierro). La publicación italiana añade una introducción del italiano Claudio Magris, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2004; en la edición de Huerga&Fierro, el peso de la presentación lo lleva con buen gusto la también poeta Dionisia García, quien dice del poemario que «es un libro que desde las primeras páginas se sitúa en el centro del mundo que le ha tocado vivir al poeta, consciente de la poca atención que recibe el ser humano, y de la primacía que tienen las cosas materiales en nuestro entorno». Temas como la despiadada desigualdad, el cierre de fronteras, las migraciones masivas en busca de un futuro que se les presenta fiero...

Indica el autor que «la poesía plasma lo que nos impacta, nos impresiona, aquello que nos hace sentir vivos o desfallecidos. Lo que fuertemente afecta a nuestra condición humana». Y añade que «nada hay que no pueda ser poesía: Antonio Machado dedicó un poema a las moscas, y Charles Bukowski al alcohol y al vómito». Contundentes ejemplos.

A Ladrón de Guevara le siguen impactando las noticias de guerras y desastres que nos traen los medios de comunicación. La pérdida escalofriante de miles de vidas humanas. «Y todas estas vidas», indica, «aunque transcurran a miles de kilómetros y en unas condiciones que nos son extrañas, también nos deberían afectar». En su caso, ha sentido la necesidad de escribir «para decir que no estoy de acuerdo, para denunciar lo que considero injusto e hipócrita, para decir que cada muerte de un niño es parte de mi propia muerte, de la muerte de todos». Se ha sentido «fotógrafo de la palabra, recogiendo el instante para que imaginemos lo que le precede y lo que le sigue». Y con la intención de que «no pasemos por la vida mirando hacia otro lado, y al final esgrimamos ese falso 'no me consta', 'no sabía', 'de haberlo sabido'...».

En las páginas de 'Volveré a donde estaba' se dan cita «los bombardeos, la guerra, las pateras, la muerte del inocente, Chernobil... a sabiendas de que al final volveremos donde estábamos hace cien años, en el sueño de toda una humanidad impotente para salvarse a sí misma, ante la codicia de unos pocos sin capacidad de mirar al futuro».

El poeta, que le dedica los versos de 'Morir por ti' «a los miembros de ciertas ONG», habla de armas y de diamantes, de campos de refugiados, de masacres de niños, de misiles y caviar, de frágiles pateras y de pobreza absoluta, y de la gran victoria que supone salvar una vida humana.

-¿Qué tiene usted claro?

-Que la humanidad se desvanece, se apaga como una cerilla en la oscuridad de la noche.

Ladrón de Guevara, en 'Rompiendo fronteras', enseña a un niño la conveniencia de aprender de todas las culturas: «Celebremos Ramadán, / Navidad, Acción de Gracias, /Año del mono o del tigre, /con amplísimos arco iris / bajo bóvedas cobalto. / No dibujes, hijo mío, / en el mapa las fronteras, / no llenes el mapamundi / de pueblos cuyos colores / son armas para los odios».

Serenidad

A propósito de 'Volveré a donde estaba', Claudio Magris afirma que estamos ante «poesías fascinantes y notables, indelebles en sus imágenes y sumergidas en su música intensa y liviana». «Una poesía, en su primera lectura», añade, «melancólica y serena como una poesía Tang, en atormentada y esencial armonía con el fluir de la vida: tarde que cae sobre el cementerio sin muros, naturaleza misteriosa pero benigna, playa, agua dorada; infancia frágil y sombra de temor, pero gran serenidad en el aliento que une el 'yo' al todo». A su juicio, «una de esas poesías que se leen y releen cuando se siente la necesidad de libertad y de paz por el ansia de vivir». «Pero en la segunda y la tercera lectura», precisa, «se advierte, con perturbación, un tono trágico radical, si bien contenido y oculto». Magris define a Ladrón de Guevara como «un verdadero persuadido, en el sentido dado a esta palabra por Michelstaedter; o sea, que es capaz de vivir el presente -de la vida, del trabajo, de la creación-con amor absoluto por cada fragmento y cada instante, sin quemar la vida en la espera devastadora de un mañana que no ha venido y no viene nunca. Su obra vive incluso de esta feliz tensión entre oposición a un preciso momento histórico, el nuestro, y el cálido amor impetuoso por el presente en sí, es decir por la vida».

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