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La fotógrafa Cristina García Rodero. Gracia García Rodero
Cristina García Rodero: «Ni quiero, ni me puedo permitir vivir con miedo»

Cristina García Rodero: «Ni quiero, ni me puedo permitir vivir con miedo»

«Me gusta ver feliz a la gente y me han contado que en La Mar de Músicas todo el mundo se lo pasa muy bien», dice la fotógrafa del cartel de esta edición

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Viernes, 4 de mayo 2018, 10:07

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«Me gustan las personas, me encanta quererlas, y también valoro mucho el cariño que te dan los animales; creo que te enriquecen la vida», dice la fotógrafa Cristina García Rodero (Puertollano, 1949), académica de Bellas Artes, miembro de la agencia Magnum desde 2009, embajadora con mayúsculas de la mejor fotografía española y artista de prestigio internacional. Autora de publicaciones memorables como 'España oculta', 'Rituales de Haití', 'María Lionza, la diosa de los ojos de agua' o 'India. Holi Festival'; y embarcada en proyectos que zarandean por igual carne y espíritu, como 'Entre el cielo y la tierra', García Rodero tiene la virtud de que en sus fotografías, por ejemplo, las velas alumbren lo más profundo de tu alma, o de que la desvergüenza y la desinhibición más palpables convivan en paz con una apetecible sensualidad o con rostros habitados por una belleza que deseas para ti. Sus imágenes son poderosas. No resulta nada fácil ignorarlas. Casi es imposible que esto suceda. Incluso las más ásperas: hospitales, ancianos en extremo desvalidos, huérfanos, refugiados; o madres jóvenes, enlutadas como noches sin luna ni esperanza alguna, enterrando a sus hijos pequeños amortajados como príncipes. Retrata el dolor físico, y el dolor del alma. Y también están esas fotografías suyas que son una fiesta para los sentidos y una fiesta en sí mismas: cuerpos exultantes bañándose en cascadas demasiado lejanas, fiestas populares que parecen mentira, ritos que te aceleran el pulso, tradiciones que se mantienen vivas en los confines del mundo... Este año, la 24 edición del festival La Mar de Músicas de Cartagena, que tendrá en julio a Dinamarca como país invitado y que dirigen Paco Martín y José Luis Cegarra (director adjunto), se promocionará con un cartel que luce una de sus fotografías. Una sirena contemporánea. Una bailarina de agua. Una atleta de carne y hueso que invita a adentrarte en un mundo de sueños. Su imagen protagoniza un cartel, diseñado por Germinal, que ayer se presentó en Cartagena sin la presencia de la fotógrafa, que se encontraba de viaje. Habló con 'La Verdad' el pasado lunes, entre viaje y viaje, pasadas las diez de la noche y cuando, por fin, pudo sacar un tiempo para acercarse al supermercado a hacer la compra y colocarla en la nevera.

-¡Ya estoy! Tenía la nevera temblando [risas].

-¿Sigue sin darle miedo viajar sola por el mundo?

«No voy por el mundo dando lecciones de nada, ni con ningún aire de superioridad, porque no me creo más importante que nadie»

-Si yo tuviera miedo no saldría de mi casa, y si desconfiase de la gente no podría irme a lugares en los que no he estado nunca y en los que no conozco a nadie. Ni quiero, ni me puedo permitir tener miedo, vivir con miedo; ni tampoco quiero, ni me puedo permitir no confiar en la gente. Yo viajo a todas partes, y lo hago sola, no voy con un equipo de producción que me acompañe [risas]. Me meto en todos lados, a todas horas, me acerco a todo tipo de gente. Viajo solo con mi cámara y con mis ganas de conocer, de comprender, de ver cosas distintas, de sentir, de sorprenderme.

Hace unos meses, Cristina García Rodero recibió el Premio PhotoEspaña 2017, mientras que su buen amigo Juan Manuel Díaz Burgos, fotógrafo cartagenero que le ha hecho de cicerone durante sus visitas a la ciudad de La Mar de Músicas, recibió, también en el marco del festival PhotoEspaña, el Bartolomé Ros a la mejor trayectoria española. La fotógrafa lleva más de treinta años tomándole el pulso al mundo con su cámara. «He visto de todo», explica, «mucha felicidad y también mucho sufrimiento, mucho dolor, llanto, miseria, madres que han perdido a sus hijos...; y no me he ido en absoluto volviendo más dura, ni poniéndome una coraza. Al contrario, cada vez estoy más sensible con el sufrimiento ajeno, cada vez me afectan más las situaciones de injusticia, la violencia que padecen tantas personas».

Conoce bien «las diferencias tan grandes que se dan entre países, entre continentes...; de hecho, cuando estoy aquí, en España, cómodamente, viviendo una vida más o menos cómoda y afortunada, con nuestra sanidad, con nuestra educación, nuestros medios de transporte, nuestros museos, nuestra posibilidad de expresarnos libremente, de estudiar...; cuando estoy aquí no me acostumbro a escuchar tanta queja, no me hago a la idea de que hay gente que se queja por todo, que se lamenta y se lamenta». «Y no es justo que lo hagamos», añade, «no es justo para millones y millones de personas que apenas tienen nada, y cuyas historias no son las nuestras simplemente por el hecho de que hemos nacido aquí, en este lado del mundo donde existen derechos, leyes, sanidad pública...».

-¿Qué no hace usted?

-No voy por el mundo dando lecciones de nada, ni con ningún aire de superioridad, porque no me creo más importante que nadie, ni más lista, ni una persona que tiene soluciones a los problemas. Yo me muevo por el mundo discretamente, ¡bueno, con una cámara fotográfica pero discretamente!, procurando no molestar, porque no me gusta molestar, ni pensando en encontrar fotografías con las que impactar. Me gusta fotografiar la vida como es, la vida con toda su fuerza, su alegría, su tristeza, su misterio, el amor, la pasión, las fiestas, la espiritualidad... Me interesa muchísimo la espiritualidad.

-¿Usted cree en Dios?

-A eso no le voy a contestar. Lo que sí le diré es que respeto las religiones, respeto las creencias de la gente, no soy excluyente. En general, lo que yo observo es que la espiritualidad da consuelo, da esperanza, la gente necesita encontrarle un sentido a la vida, y también a la muerte que nos espera a todos. Y hay mucha gente con fe que se preocupa por sus semejantes, que comparte, que es generosa, que es hospitalaria. Yo valoro mucho la hospitalidad, porque conmigo la ha tenido muchísima gente a lo largo de muchos años. No me queda más remedio que dar mucho las gracias, me paso el día dando las gracias.

-¿Qué ha aprendido durante todos estos años a los que se refiere?

-He conocido la belleza más deslumbrante y el horror, he estado en lugares muy diferentes, creo que me he movido por el mundo con los ojos bien abiertos, sin prejuicios, y lo que tengo claro es que en todos los sitios los seres humanos somos muy parecidos, sentimos lo mismo, queremos lo mismo, nos apenan las mismas cosas, somos igual de frágiles y de ser capaces de darlo todo por alguien que queremos. Procuro sentirme en casa esté donde esté. Y me gustan las personas, me encanta quererlas, y también valoro mucho el cariño que te dan los animales; creo que te enriquecen la vida.

«Soy mujer y soy pequeñita»

-¿No piensa en bajar el ritmo de trabajo?

-No tengo tiempo para pensar en eso [risas]. No tengo tiempo para nada más que no sea para fotografiar. Y tampoco sabría qué hacer si dejase las cámaras en un rincón. No me veo llevando una vida más normal, digamos, viendo en casa la televisión y cosas así. Creo que tuve la suerte de encontrar el modo de vida que me satisface, y no me planteo cambiar de vida. Soy mujer y soy pequeñita, y creo que eso me ha ayudado a que me admitan en todos los escenarios; no me ven como un peligros [risas], ni avasallo. Yo no he hecho mi obra pensando en primer lugar en el dinero, o en recibir premios o en ser famosa. De hecho, no me gustan las entrevistas, ni hacerme fotos, ni siquiera que se me reconozca mucho. Aquí lo importante son las fotos, no yo. Yo soy una mujer de lo más normal y corriente. Soy pudorosa, así es que estoy muy atenta a cómo reacciona la gente a la que le estoy haciendo fotos.

-¿Vendrá este verano a La Mar de Músicas?

-Me encantaría, a ver si puedo. Me gusta ver feliz a la gente y me han contado que en La Mar de Músicas todo el mundo se lo pasa muy bien.

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