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El anarquista que salvó a miles de franquistas

Rubén Buren y Joaquín Leguina novelan la vida de Melchor Rodríguez, el 'ángel rojo' que se enfrentó a Carrillo para frenar Paracuellos

MIGUEL LORENCI

MADRID

Lunes, 18 de septiembre 2017, 10:31

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El socialista Joaquín Leguina y el anarquista Rubén Buren han aparcado sus diferencias para armar la novela que rescata y reivindica la maltrecha memoria de Melchor Rodríguez García (Sevilla 1893-Madrid, 1972). Es el 'ángel rojo', el anarquista íntegro y humanista que salvó a miles de franquistas y falangistas de la vorágine asesina en el Madrid republicano. «Entre 12.000 y 22.000 según las fuentes y las cuentas de mi bisabuelo» aclara Buren, bisnieto de Rodríguez y coautor con Leguina de 'Os salvaré la vida' (Espasa), ganadora del premio Alfonso X El Sabio de novela histórica.

Novelan al alimón la vida del último alcalde del Madrid republicano, el que se enfrentó a los anarquistas y comunistas más sanguinarios en el infierno de la capital sitiada, y a quien vejaron los socialistas y respetaron los franquistas. El que se encaró a Carrillo y atizó un sopapo al líder comunista para detener las sacas y los asesinatos en masa de Paracuellos. El libertario íntegro que incluso en la muerte logró hermanar a anarquistas y fascistas. En su entierro se cantó 'A las barricadas'. Sobre su ataúd se colocó un crucifijo junto a las enseñas de la FAI y se rezó un Padrenuestro. Asistieron capitostes franquistas y camaradas de 'Los libertos' el grupo anarquista que creó Rodríguez.

«Ya era hora de que los anarquistas fueran los buenos», apunta Buren, que ya dedicó una pieza teatral a su «justo y valiente» bisabuelo y que colaboró en el documental de Alfonso Domingo sobre Melchor Rodriguez.

Torero y obrero

«Es una novela divulgativa, sin revanchismo y no violenta» dice Buren, para quien el 'ángel rojo' «no fue una 'rara avis'». «Por las ideas se muere pero no se mata» era el lema y la lección del trianero amadrileñado que fue Melchor Rodríguez, que no perdió jamás su acento andaluz.

Fue un obrero ilustrado que llegaría a ser delegado de Prisiones y el último alcalde del Madrid rojo, el que acabó entregando a Franco las llaves de la villa. «Un gesto terriblemente doloroso para él», dice su bisnieto. Huérfano de madre, fue torero, calderero, obrero elegante que acudía empingorotado a su taller, donde cambiaba el traje, el sombrero y la corbata por el mono. «Llegó a ser chapista de Alfonso XIII, que en una ocasión lo sacó de la cárcel para que le arreglara su coche», cuenta su bisnieto, dramaturgo, músico, humorista, pintor y guionista.

Entró en prisión en 35 ocasiones -la primera bajo la dictadura de Primo de Rivera, luego con la República y finalmenete con Franco en el Gobierno- y conservó la vida de milagro tras salvar la de miles de contrincantes y enemigos políticos.

Sufrió una docena de atentados durante la guerra y salvaguardó a presos franquistas en una casa de acogida en el Palacio de Viana. Condenado tras la Guerra Civil a la pena capital, se le conmutó por 35 años de prisión de los que cumpliría cinco en el Puerto de Santa María, «el penal más duro de franquismo», según Leguina. Su experiencia carcelaria «le llevó a defender los derechos de los presos al margen de cualquier filiación o ideología» destacan los autores.

El general falangista Agustín Muñoz Grandes fue uno de sus grandes valedores. «Vengo a agradecer a este hombre que salvara mi vida poniendo en juego la suya», dijo el futuro líder de la División Azul plantando dos mil avales ante uno de los sumarísimos consejos de guerra que afrontó el 'ángel rojo'.

Para Leguina fue «un héroe fiel a sus ideas, que jamás usó contra nadie». Para Buren «un anarquista humanista». «Para los comunistas y los socialistas fue un vendido y un traidor», asegura su bisnieto.

Murió pobre. Agonizó en un hospital junto a su rival político y amigo Alberto Martín Artajo, ministro de Exteriores con Franco. El ateo Melchor se avino a besar un crucifijo si Artajo se ponía una corbata anarquista. Los dos cumplieron.

Aún se espera que se le asigne una calle en Madrid. «Es el único alcalde sin retrato oficial ni una calle con su nombre. Ya hay un acuerdo para dedicársela, pero parece que no es un personaje simpático para los 'podemitas' ni para Manuela Carmena, como no lo fue para los comunistas o los socialistas», insiste Buren.

«La que iba ser su calle en un barrio más o menos céntrico se va a quedar en un callecita en Aravaca. En su Sevilla natal ha pasado lo mismo, y se ha quedado en una calleja en medio de la nada que comunica un descampado con otro», lamenta el bisnieto.

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