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Legionarios romanos celebran, armas en alto, la victoria en la gran batalla, con enemigos vencidos a sus pies.

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Legionarios romanos celebran, armas en alto, la victoria en la gran batalla, con enemigos vencidos a sus pies. Pedro Martínez / AGM

La espada gana la batalla a la palabra

Las escenas de acción entretienen a casi 5.000 espectadores, en un evento de gran realismo

Eduardo Ribelles

Cartagena

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Sábado, 23 de septiembre 2017, 02:40

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Dos cargas de caballería, una lucha de catapultas contra arqueros, una ofensiva de escaladores para superar la muralla y tres oleadas de infantería, con cinco frentes en lucha, llenaron de acción la Gran Batalla por la toma de Qart Hadast de las Fiestas de Carthagineses y Romanos, ayer por la tarde. Estas escenas de combate, bien coordinadas, entretuvieron a los 3.300 espectadores que llenaron las gradas y a los alrededor de mil que asistieron de pie al evento, en la Cuesta del Batel. Esta vez, las espadas y las lanzas le ganaron la partida a la pluma con la que se redactó un guión trabajado y muy fiel a la historia de la contienda que tuvo lugar hace 2.226 años. La razón es que muchos diálogos resultaron inaudibles por interrupciones del sonido.

El gran acierto del montaje fue aumentar la duración y la visibilidad de los movimientos de tropas, del lanzamiento de proyectiles y del combate cuerpo a cuerpo, en todo momento con luz diurna. El dinamismo de todo lo que ocurrió en el campo de batalla redujo la sensación de parón y de desorientación que en algunos momentos pudo sentir el público, al entrecortarse la emisión de los micrófonos del general romano Escipión y de su oponente, el caudillo carthaginés Aníbal.

Catapultas, flechas, cargas de caballería y lluvias de fuego hicieron más espectacular el acto

Leve retraso y gran seguridad

A las cinco de la tarde, las legiones navales llegaron a la Escala Real y escenificaron, en el auditorio del Muelle, el desembarco en las costas de Qart Hadast para representar el bloqueo del puerto púnico.

Las tropas locales se acuartelaron tras las murallas, en la Cuesta del Batel, y esperaron el asedio de esas legiones marítimas, desde la Plaza de la Isla, y de las que marchaban por tierra, desde la Plaza Bastarreche. Para favorecer su avance y garantizar la seguridad, la Policía Local cortó el tráfico en los carriles de la Cuesta del Batel en dirección al mar. Su vigilancia y la de la Policía Nacional fueron muy estrechas.

Entre los espectadores que abarrotaban las gradas estuvieron el presidente regional, Fernando López Miras, y el alcalde en funciones, Juan Pedro Torralba. Todos tuvieron que aguantar un leve retraso de quince minutos al inicio del acto. Los narradores fueron tres, un cronista ficticio llamado Zenón, un interprete del historiador romano Polibio y el desaparecido y añorado festero José Antonio Juan Marín, al que se homenajeó con un fragmento final. Una voz femenina tradujo al inglés algunas descripciones, para los muchos turistas.

La presentación de los personajes principales, en un parlamento entre Escipión en una biga tirada por dos caballos y Magón como jinete, fue muy aplaudida. Sus siguientes intervenciones despertaron más dudas, por el sonido deficiente. Pero sus entrecortadas soflamas perdieron importancia para el público, más atento a la acción guerrera.

Primero hubo una carga romana a caballo sobre un campamento situado fuera de las murallas y que acabó en llamas. Posteriormente, los arqueros carthagineses lanzaron una lluvia de flechas sobre las catapultas romanas y recibieron un contraataque con proyectiles de gran tamaño. Inmediatamente después tuvo lugar la primera carga de infantería con cinco tropas y cinco legiones en lucha, en un frente de 200 metros.

Solo hubo un momento de tregua antes de una intentona para superar la muralla, con escaladores subiendo por varias cuerdas y dos legiones formadas en tortuga en dirección a la puerta de atrezzo que simulaba una entrada a Qart Hadast. «¡Mira, mira como se ponen a cubierto y les echan fuego desde al muralla!», le decía un padre a su hijo, boquiabierto. Porque las llamas eran tan reales como las lluvias de proyectiles y de flechas.

Una segunda carga de caballería, en este caso de los carthagineses, mantuvo la tensión guerrera hasta el asedio final, con los romanos de cara a la muralla y sus rivales entre la espada y la pared. Entonces Escipión dio por terminada la contienda. «¡Victoria!», «¡victoria!», dijo y los romanos gritaron y rugieron de cara al respetable en señal de triunfo. Tras el posterior perdón a los combatientes carthagineses, todos los participantes, bien formados, agradecieran al público su asistencia y su aplauso. Entre ellos, en primera fila, se pudo ver al exalcalde, José López, de MC, que podría haber compartido grada de autoridades con López Miras (PP) y Torralba (PSOE) pero prefirió participar como soldado.

Pese al leve retraso, la batalla duró más o menos una hora, como estaba previsto, y acabó mucho antes del anochecer. Los romanos marcharon hacia el Muelle, para proclamar que habían ganado y luego izaron su enseña en lugar de la carthaginesa, en la Plaza del Ayuntamiento.

El desfile triunfal llevó a las legiones por la calle Mayor hasta el campamento, pasando por la Puerta de Murcia, la calle del Carmen, la Plaza de España, la calle Soldado Rosique y el puente del Cartagonova. Una vez allí, tanto los romanos como los carthagineses celebraron el éxito de una histórica batalla.

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