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La mayor ambición

La mayor ambición

Una generación de jóvenes novelistas mantiene viva la tradición de intentar escribir 'la gran novela americana'

CÉSAR COCA

Lunes, 17 de octubre 2016, 22:32

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Un escritor joven, rondando los treinta años y sin haber publicado prácticamente nada antes, abandona un trabajo bien remunerado y se encierra a escribir una novela de dimensiones descomunales que pretende retratar una época. No tiene agente ni compromiso alguno de publicación por parte de ninguna editorial pero durante meses, incluso años, produce páginas y más páginas con decenas de personajes y numerosas tramas. Esta escena es imaginable en un solo país occidental: Estados Unidos. En ningún otro lugar parece darse hoy una ambición literaria semejante entre los autores jóvenes, ese afán por crear lo que el tópico ha bautizado como 'la gran novela americana'. Tópico pero muy real.

  • David Foster Wallace

  • (Nueva York, 1962 - Claremont, 2008)

  • Puso fin a 'La broma infinita' a los 33 años. Antes de esa novela de mil páginas, considerada una de las cien mejores en lengua inglesa del último siglo, apenas había publicado otra y un volumen de cuentos. Esta obra innovadora es capaz de entretejer mil tramas y que el resultado sea deslumbrante.

  • Philip Meyer

  • (Nueva York, 1974)

  • 'El hijo' es su segunda novela y la concluyó antes de cumplir los 40 años. A lo largo de casi 700 páginas de letra apretada cuenta dos siglos de historia del estado de Texas. Desde la colonización hasta las grandes empresas petroleras, a través de una saga familiar y de cuantos se han relacionado con sus miembros, lo que incluye tribus indias, inmigrantes mexicanos, trabajadores negros y grandes terratenientes, todos de bien distinta condición intelectual. Esta novela fue finalista del Pulitzer.

  • Donna Tartt

  • (Greenwood, 1963)

  • Escribe una novela cada diez años, pero sus textos son de una dimensión fuera de lo común. Las tres que ha publicado hasta el momento se sitúan, cuando no las superan, en torno a las mil páginas. 'El secreto' y 'Un juego de niños' son aparentemente dos 'thriller' pero la autora usa el género para dar una visión amplia del mundo. La ambición es mucho mayor en 'El jilguero', una novela de iniciación llena de temas, personajes y ambientes, con la que ganó el Pulitzer.

  • Garth Risk Hallberg

  • (Baton Rouge, 1978)

  • Ha publicado solo una novela 'Ciudad en llamas'. Mil páginas de letra pequeña para contar seis meses en Nueva York, los inmediatamente anteriores al gran apagón del verano de 1977. A través de un grupo de personajes representantivos (desde el policía hasta el adolescente perdido) se abordan temas como la tensión social en la gran urbe, la crisis económica, las drogas, la corrupción, la violencia racial, el urbanismo disparatado y tantos otros. La ciudad que simboliza al planeta por la mezcla que contiene está resumida en esta novela, por la que su autor recibió un anticipo de dos millones de dólares, el mayor ofrecido nunca por una primera novela.

  • Hanya Yanagihara

  • (Los Ángeles, 1975)

  • Ha publicado dos libros en apenas dos años. Su segunda novela, 'Tan poca vida', que acaba de aparecer en España, es un reto literario mil páginas en las que narra una etapa en la existencia de cuatro amigos de razas, origen social, estudios, ocupación y sexualidad diferentes. La obra ha sido finalista del National Book Award y el Man Booker Prize.

  • Jonathan Franzen

  • (Chicago, 1959)

  • Tenía 42 años cuando publicó 'Las correcciones', una obra de enorme ambición que le dio fama en todo el mundo y con la que ganó el National Book Award. Pero en 1988, con solo 29, terminó 'Ciudad veintisiete', novela coral de grandes dimensiones que mostraba un amplio mosaico de la vida americana. Algo parecido hizo con la segunda, 'Movimiento fuerte', otro texto largo y complejo en cuanto a temas y estructura de personajes.

La escena con la que arranca este reportaje es real: el escritor se llama Garth Risk Hallberg y sin haber cumplido los 35 años -y con apenas unos cuentos previos como aval- publicó 'Ciudad en llamas', el relato de lo sucedido a decenas de personajes de toda edad, clase y condición, unidas entre sí por una serie de cruces argumentales, durante los meses previos al gran apagón que sufrió Nueva York en 1977, que derivó en una espiral de violencia incontenible. Pero lo llamativo es que no solo Risk Hallberg se ha enfrentando a un texto de mil páginas de letra apretada. En los últimos años, y únicamente por hablar de los libros que han llegado traducidos hasta nosotros, hay unos cuantos ejemplos similares: ahí están entre otros David Foster Wallace, Donna Tartt, Philip Meyer, Jonathan Franzen y Hanya Yanagihara, que acaba de publicar 'Tan poca vida', otro novelón de un millar de páginas que, a través de unos años en la vida de cuatro amigos, diagnostica la sociedad estadounidense actual.

«Esta idea de 'la gran novela americana' tiene entidad como concepto y término desde la segunda parte del siglo XIX. Allí se han preocupado por reflejar la identidad cultural del país y además quieren explicar el mundo en el que viven», asegura Juan Milá, editor de Salamandra, que es el sello que publica ahora en castellano a Jonathan Franzen. El concepto ya tiene un origen identificado. Y en cuanto al título fundacional, hay una coincidencia absoluta entre los especialistas consultados: 'Moby Dick', la novela de Herman Melville publicada en 1851 y que tuvo al principio un éxito más bien escaso. A partir de ahí, se ha tejido un hilo conductor que, como recuerda Juan José Lanz, profesor de Literatura de la Universidad del País Vasco, atraviesa la poesía de Walt Whitman y muchas otras novelas, con hitos como 'Manhattan Transfer' de John Dos Passos.

Una constante

Todo ello ha configurado lo que parece una constante de la literatura de aquel país, aunque haya etapas en las que no sea tan evidente. De hecho, a partir de los años ochenta del pasado siglo parecía haber decaído algo, «como si fuera solo una cosa propia de autores como Bellow o Mailer», en palabras de Milá. Pero con el nuevo siglo ha resurgido, y con una fuerza quizá superior. Tanto que, como dice no sin ironía Hanya Yanagihara, «da la impresión de que en EE UU se publica una 'gran novela americana' cada temporada».

«Todo escritor americano lleva en los genes ese afán por conseguirlo. Es una fiebre que les ataca a todos en algún momento porque es un país muy patriótico», sostiene el crítico, editor y novelista José María Guelbenzu. Ahí puede estar una de las claves. «Estados Unidos necesita historia y también novela, porque mantienen el fetichismo del género. Aquí quizá se cumplió eso ya en el siglo XIX», añade Guelbenzu.

Eso justifica que el fenómeno sea sobre todo estadounidense, pero con seguridad hay más razones. De entrada, llama la atención que cuando un autor europeo y más específicamente español intenta algo parecido -lo que tampoco es habitual- se encuentre ya en su madurez. Si repasamos nombres de la literatura española, van apareciendo los de Manuel Longares, Almudena Grandes, Javier Marías, Julián Ríos o incluso Rafael Chirbes. Antes, en el fértil mestizaje de la literatura española con la latinoamericana, hubo otros ejemplos de obras que aspiraban a la totalidad, subraya Lanz, pero de dimensiones mucho más modestas: 'Cien años de soledad', 'Rayuela', 'Yo, el Supremo'... «Incluso podría hablarse de 'El gran momento de Mary Tribune', aunque es otra cosa». Y, como ciclo, solo se halla uno verdaderamente ambicioso y ya figura entre los clásicos, recuerda Guelbenzu: los 'Episodios Nacionales' de Benito Pérez Galdós, pero se trata de un empeño de distinta naturaleza.

¿Por qué los autores que están aquí en el inicio de su carrera no lo intentan? Natalia Vara, profesora de Teoría de la Literatura de la Universidad del País Vasco, apunta al mercado y al propio sector editorial en su conjunto. «Nadie ve claro que un jovencito pueda hacer algo así. Creo que se está produciendo una adaptación a la época y al sistema literario. Puede que la estrategia sea una fragmentación de la realidad de manera que esa visión global que los estadounidenses intentan en una sola obra aquí la ofrezcan entre todos mediante visiones más parciales». A su juicio, «el momento actual podría dar de sí para una novela de esas características pero esos textos ya están en el canon. ¿Y qué necesidad hay de crear algo que ya han hecho otros antes?».

No todos comparten esa visión. «Un empeño así requiere una disciplina y un esfuerzo sostenidos, no solo talento. Aquí todo se resuelve en períodos más cortos», dice Milá. «Los autores jóvenes no tienen paciencia para algo así. Y no hay ambición de crear una novela. Solo de ser escritor, y gracias», matiza Guelbenzu. A su juicio, «a los 30 años los autores solo piensan en abrirse camino. Ninguno cree que les publicarían un novelón de mil páginas», añade. Y aquí surge una discrepancia, o quizá sea un problema de percepción, porque Milá, que tiene la experiencia de Salamandra, asegura que en las editoriales españolas es más habitual rechazar originales por excesivamente breves que por demasiado largos.

Cambiemos el punto de vista. ¿Tiene sentido pensar que los lectores no aceptarían una novela de autor español de mil páginas cuando leen traducciones de esas dimensiones? Un repaso a las listas de libros más vendidos de los últimos años revela que en general están encabezadas por obras que compiten al peso con los clásicos de la literatura rusa del XIX: ahí están títulos de Julia Navarro o Ken Follet, entre otros muchos, para avalar esta afirmación. El problema aparece cuando se mira fuera de la 'literatura de género', de lo que Vara califica de «lectura fácil, de entretenimiento rápido o intriga». Si se pone el foco en novelas que abordan temas más complejos con una estructura narrativa más sofisticada, hay que dejar a un lado las relaciones de best sellers. Milá recuerda que 'La broma infinita' de Foster Wallace, un libro relativamente 'duro', tuvo un éxito notable, «en parte por lo que tiene de reto». Pero cuando se habla de éxito comercial en este tipo de novelas no se manejan los mismos parámetros.

De todos modos, España no es una isla en esta cuestión. Tampoco en Europa abundan las novelas de ambición desmedida. «Después de Joyce, Mann y Musil, todo se vino un poco abajo en ese sentido. Puede que haya influido el mercado, un cierto agotamiento del modelo, pero desde la mitad del siglo XX apenas ha habido títulos que entren en esta categoría, como 'Doctor Zhivago' y 'El tambor de hojalata'», recuerda Lanz. Son excepciones contadas, como el ciclo de novela memorialística 'Mi lucha' de Knausgard, seis tomos que suman alrededor de 3.500 páginas y lo convierten en «el Proust de hoy», según Vara.

Fenómeno anglosajón

En realidad, donde es más fácil hallar textos cuya ambición se aproxima siquiera a la de autores estadounidenses es en la literatura en inglés escrita por no británicos, en parte por el mimetismo del modelo. Por citar solo tres ejemplos muy celebrados de uno de los países con literatura más vigorosa, India, ahí está 'Juegos secretos' de Vikram Chandra, una novela de 1.070 páginas que aborda la vida entera de Bombay durante unas semanas como reflejo del subcontinente en su conjunto. También 'Un buen partido', de Vikram Seth, que a lo largo de más de 1.400 relata la historia de solo doce meses de vida de ese mismo país, justo tras su independencia, centrándose en una familia hindú y otra musulmana en el escenario de la gran inestabilidad política, social y religiosa de esos últimos años cuarenta. O 'Hijos de la medianoche', la obra que lanzó a la fama a Salman Rushdie, una novela de más de 800 páginas que ha sido considerada una de las más importantes del último medio siglo y que su autor publicó con solo 34 años. ¿Alguien imagina algo así entre nosotros?

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