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La muerte novelesca  de un presidente

La muerte novelesca de un presidente

Ningún país es capaz como Estados Unidos de transformar la propia historia en ficción. Se diría que son conscientes de que no hay mejores guiones que los que la realidad fabrica. Ocurre desde siempre en un país que cifra su tradición épica en un pasado reciente. Piénsenlo de este modo: Custer muere en Little Big Horn unos días antes de que el Gobierno Cánovas promulgue la Constitución de 1876. Comenzaba la Restauración. Si hacemos cuentas, veremos que nuestros bisabuelos eran contemporáneos de aquellos cheyennes.

PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA

Viernes, 17 de junio 2016, 08:08

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Entre la conspiración y la sátira, el magnicidio es un tema recurrente en la ficción literaria y el pensamiento político norteamericano

Los americanos tienen en el Far West su antigüedad. Y, exagerando un poco, Homero es para ellos un tipo con un parche que se apellida Ford y fuma en pipa. Eso hace que se acerquen a su pasado con una mezcla muy efectiva de pasión y escasa solemnidad. Los resultados suelen ser fantásticos. Los creadores americanos son capaces de llevar a la ficción una guerra mientras suenan los disparos.

Es difícil saber cuál fue la primera novela concebida en torno al asesinato de Kennedy, pero en 1970, siete años después del crimen, Loren Singer escribió 'The Parallax View' (existe una edición argentina publicada bajo el título de 'Asesinos S.A.'), un texto que tuvo un enorme éxito y que fue pionero en situar la muerte del presidente en la cúspide de una pirámide de la conspiración. En aquel libro un periodista es testigo del asesinato de un presidente demócrata que se parece mucho a Kennedy. Su inquietud aumentará al descubrir que el resto de los testigos comienzan a ser eliminados.

La tesis de Singer, que trabajó al parecer para el Servicio Secreto durante la SGM, consistía en que era el propio sistema el que había acabado con la vida de un presidente dispuesto a cambiar las cosas. En su novela lo hacía a través de la 'Corporación Parallax', un grupo criminal y altamente poderoso que se mantenía en la sombra y era capaz de influir decisivamente en la deriva política del país.

En 1974 Alan J. Pakula llevó la novela de Singer al cine ('Último testigo') cambiando al presidente por un prometedor senador demócrata. Ese mismo año, Richard Condon publicaba 'El invierno mata', una novela en la que Kennedy no aparecía con su nombre, sino como Timothy Kegan, joven presidente que es asesinado por un francotirador, no en Dallas, sino en Filadelfia.

Humor y 'pulp'

La novela de Richard Condon insistía en la tesis de la conspiración y oscilaba entre la tensión del 'thriller' y el efectismo del 'pulp'. La peculiaridad del libro es que el protagonista encargado de investigar el asesinato del presidente es su hermano pequeño, Nick, un claro trasunto de Robert Kennedy. En sus pesquisas Nick será ampliamente manipulado por el profesor Cerutti, un maestro de la conjura y el juego sucio que terminará abriéndole los ojos: «Los propietarios de Norteamérica, reunidos en sesión plenaria, votaron unánimemente la muerte de Tim». Esos propietarios serán, por supuesto, los dueños del poder real, quienes manejan los hilos políticos y económicos. El protagonista terminará encontrando entre ellos a su propio padre: un gran empresario capaz de poner a su primogénito en la Casa Blanca y de deshacerse de él cuando dejó de resultar controlable.

Las novelas de Singer y Condon abrieron un camino que sería ampliamente frecuentado: el de la conspiración aderezada con un punto de paranoia. Sobra decir que la verosimilitud no fue siempre un ingrediente afín al género. Cuando los títulos del estilo de los de Singer y Condon ya eran una plaga, incluso se originó una reacción paródica. En 1975 Robert Shea y Robert Anton Wilson comenzaron a publicar la trilogía 'Illuminatus!', una serie de culto que satiriza las teorías secretas en general y las respectivas al asesinato de Kennedy en particular. Entre la psicodelia, el humor gamberro y cierto enfoque libertario, Shea y Wilson profundizaban en un sentimiento de histerismo colectivo que Thomas Pynchon ya señaló en 'La subasta del Lote 49'. En esa novela de 1969 se habla del asesinato de un presidente que tiene un apellido «que suena irlandés».

Si Pynchon fue el primer gran autor que encontró en la muerte de Kennedy una especie de fulgor distópico, en 1970 J.G. Ballard alcanzó la cumbre sarcástica de esa línea narrativa. Lo hizo como colofón de 'La exhibición de atrocidades', en una breve pieza que homenajeaba a Alfred Jarry y se titulaba 'El asesinato de John Fitzgerald Kennedy considerado como una carrera de automóviles cuesta abajo'. En aquel texto Ballard explicaba lo ocurrido en Dallas como una carrera de coches entre Kennedy y el vicepresidente Johnson: una especie de acontecimiento deportivo que originaría una enorme polémica mediática y una inacabable cháchara sensacionalista. «El trayecto descendía en pendiente desde el Depósito de Libros, debajo de un paso elevado, luego pasaba por el Hospital Parkland y de allí iba hacia el aeródromo Love. Es uno de los circuitos de carrera cuesta abajo más difíciles del mundo, sólo comparable a la pista irregular de Sarajevo en 1914». Como se ve, Ballard no se andaba con remilgos. La última frase del cuento lo dice todo: «No hay duda de que Oswald disparó en un mal momento. Pero hay una pregunta que aún nadie ha respondido: ¿Quién cargó la pistola que dio la señal de salida?»

Pesadilla americana

Pero vamos con los grandes libros. Es probable que la mejor obra de ficción que se haya escrito nunca sobre el asesinato de Kennedy sea 'Libra', de Don DeLillo. Experto en describir el margen en que el sueño americano se convierte en una pesadilla, DeLillo publicó en 1988 esta novela que en cierto modo culminaba su investigación sobre la naturaleza profunda de la América de la segunda mitad del siglo XX: esa mezcla de opulencia y desazón, de caos y control, de convencimiento y falsedad.

En 'Libra' DeLillo traza las biografías de Kennedy, el brillante heredero del trono de la perfección estadounidense, y Harry Lee Oswald, el extraño chico del Bronx experto en meterse en problemas e incapaz de integrarse. El punto en que las vidas de estos dos hombres se cruzan será en palabras de DeLillo «el momento en que cambiamos nuestra forma de entender el mundo». Lo dice por lo que tuvo la muerte de Kennedy de golpe a las esperanzas de una generación. Pero también porque lo que vino después, el modo caótico en que se llevó adelante la comisión Warren y la manera en que el sistema transformó en un inacabable espectáculo el asesinato, significó directamente el fin de la inocencia para todo un país.

El tercer gran protagonista de la novela de DeLillo es la CIA, organismo gubernamental que diseña una compleja conspiración ficticia para probar la fiabilidad de sus agentes y demostrar la solidez del propio sistema. La manera en que se organiza esta especie de juego de espejos conspirativo es sofisticadísima. El lector no tarda en entender que el sistema es exactamente ese laberinto alfombrado de certezas en el que nos resulta imposible encontrar una verdad.

'Libra' es uno de los libros mayores de DeLillo y se sitúa como piedra de toque con la que probar la calidad de otros textos 'serios' que aborden el tema. Quizá uno de los que mejor aguanta la comparación es 'Oswald', el acercamiento de Norman Mailer al asunto. En 1995 el gran novelista se enfrentó al gran tema americano y, contra lo que podía pensarse, el resultado fue un libro realista y calmado: muy inteligente. 'Oswald' es un apabullante esfuerzo biográfico que niega en gran medida la posibilidad de la conspiración e invita a no menospreciar la capacidad de destrucción de un pequeño individuo.

Quien quiera conocer el modo en que la literatura americana ha respondido al asesinato del presidente Kennedy debería acercarse a los libros de Mailer y DeLillo. Martin Amis ha escrito que ambos componen «el mausoleo definitivo de lo ocurrido en Dallas». Si alguien se queda con ganas de más, encontrará en la magnífica 'América', la novela que inicia la trilogía americana de James Ellroy, una visión de conjunto de aquellos años decisivos. Y no olviden la penúltima novela de Stephen King, '22/11/63', cuyo protagonista se deja de teorías y conspiraciones y decide pasar a la acción, viajando en el tiempo para intentar impedir el asesinato del presidente.

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