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De entre las sombras

Novela intensa con la que el lector vivirá todas las experiencias de su protagonista

ANTONIO PARRA SANZ

Lunes, 26 de marzo 2018, 22:21

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Llega a nuestras manos la tercera novela de Paz Castelló, y viene a confirmar lo que ya se anticipaba en la anterior, el crecimiento de una autora que va ganando solidez en cada paso editorial que da. Una autora que, además, no rehúye tema alguno y que es capaz de desplegar técnicas narrativas de las que exigen tener una firme mano literaria, lejos de modelos establecidos o corrientes de fácil afición dictadas por el mercado y las tendencias de escaparate.

En este caso nos habla de una mujer encerrada en su domicilio durante ese tiempo da título a la novela, una mujer enclaustrada a causa del estrés que le produjo contemplar el asesinato de su mejor amiga a manos de su pareja. La agorafobia que sufre la pintora Sabina Lamer es la consecuencia de ser una de esas víctimas silenciosas que provoca la violencia de género, y que no suelen estar reconocidas ni por la justicia de los tribunales ni tampoco por la justicia social. Ese era uno de los objetivos de Paz Castelló con esta novela, darles visibilidad a quienes sufren esa violencia en un segundo escalón, pero la crítica social está mostrada con una impresionante calidad literaria, no solo porque ha logrado que sea la propia Sabina quien narre su historia con una primera persona demoledora, sino porque ha logrado entrar en la mente de una persona enferma con una pasmosa habilidad.

La tensión narrativa está dosificada de manera que el lector comparta las sensaciones de Sabina, y la guinda literaria de la novela, si exceptuamos su final, viene determinada también por el espacio. Un agorafóbico apenas sale de casa, y el piso de Sabina es el escenario del que entran y salen su marchante Lucas (una delicia de personaje), el joven Dimitri, que pasea a su perro y atiende otras necesidades, o la antigua pareja de la pintora, Roberto, que ahora es un niño encerrado en el cuerpo de un hombre y atendido por una entrañable y peculiar sudamericana.

Sabina cree que cuando el culpable de la muerte de su amiga esté encerrado ella mejorará, y a medida que se plantea el dilema entre la justicia y la venganza, el lector pasa por las mismas vicisitudes que el personaje, es decir, la empatía con la pintora es total, con ella sufrimos, reímos alguna vez, padecemos de inseguridades, nos rebelamos ante las incomprensiones familiares, ideamos ciertos planes, vadeamos conciencias, padecemos ataques de pánico, volvemos a pintar... Todo hasta llegar a una resolución que nos llevará hasta el límite de lo imaginable.

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