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A los muertos no se les investiga

A los muertos no se les investiga

Una enmarañada madeja de asuntos de palpitante actualidad

MANUEL CIFO

Lunes, 13 de febrero 2017, 22:13

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El juez Vázquez Taín, conocido especialmente por su investigación de los casos del Códice Calixtino y de la niña Asunta Basterra, se sirve de sus amplios conocimientos de los ámbitos judicial y policial para elaborar un atractivo y lúcido relato perteneciente a un subgénero de la novela negra actual denominado «procedural», por centrarse en los procedimientos propios de la policía, los jueces, los fiscales y los abogados defensores.

Fernando, un expresidente de gobierno, muere en un apartamento de Orense mientras se encuentra en compañía de una antigua amante, María, a quien tiempo atrás había colocado en un puesto de confianza de la administración. Cuando el cadáver es descubierto por la mujer de la limpieza, han pasado varias horas y no se encuentra pista alguna que pueda ayudar al esclarecimiento de su muerte. A partir de ahí, se desata todo tipo de especulaciones y comienza una investigación exhaustiva por parte de dos policías judiciales de Orense, José Pariente y Félix, que es entorpecida inmediatamente por un equipo especial de la Brigada Central de Homicidios, cuyo inspector jefe parece estar más interesado en echar tierra sobre el asunto que en descubrir la verdad, y de ese modo el caso se cierra culpando de asesinato a Pascual, un histórico líder sindicalista. Pero la autopsia revela que la muerte se debió a una reacción anafiláctica provocada por la presencia de aceite de frutos secos en algún alimento de los que comió con María en el apartamento. De ahí que José y Félix decidan continuar con la investigación, ayudados por Beatriz, una afamada abogada penalista coruñesa, que ha sido contratada por Teresa, la viuda del expresidente, para que descubra la verdad de lo ocurrido y logre exculpar a Pascual, quien realmente era amigo de Fernando, con quien compartía muchos intereses ocultos.

Poco a poco, tirando del hilo relativo a la propiedad de ese apartamento, se irá descubriendo una enmarañada madeja de asuntos de palpitante actualidad: corrupción y financiación ilegal de partidos políticos; blanqueo de capitales al amparo de la burbuja inmobiliaria; connivencia entre magnates de la economía, la banca y la política; manipulación de la realidad por parte del aparato del Estado; relación entre medios de comunicación y poderes públicos; uso de tarjetas 'black' por políticos y sindicalistas; relaciones matrimoniales y extramatrimoniales; chantajes, asesinatos misteriosos y violaciones.

Todo ello aderezado con un estilo sencillo, claro y conciso, muy alejado de la enrevesada jerga judicial, lo que facilita mucho su lectura, con la ayuda, además, de la estructuración de la novela en capítulos breves y de la hábil mezcla de suspense y emotividad. De ese modo, el lector camina satisfactoriamente hacia un sorprendente final, fruto de una muy sutil venganza dilatada en el tiempo.

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