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Madurando

ANTONIO PARRA SANZ

Lunes, 7 de noviembre 2016, 22:52

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El amor, la memoria, una pizca de surrealismo y un homenaje a los orígenes son las líneas fundamentales que podemos distinguir en este nuevo poemario del joven Simón Hernández Aguado, un poeta que ya va por su tercer volumen y que sin duda ha dado en él un considerable y notorio salto tanto de madurez como de calidad literaria.

En el plano amoroso, esa madurez cristaliza en un tú poético que es el destinatario de los sentimientos del poeta, y al que se llega también sumando otros elementos muy presentes siempre en la vida del autor, como la memoria, porque no hay verso que no se alimente en cierto modo de la infancia, de los recuerdos que destila ese paraíso perdido en el que Simón traficaba con canicas o ardía en deseos de secuestrar al conejo de la suerte.

No es Simón Hernández un poeta dado a las florituras gratuitas, aunque en esta ocasión haya dejado un hueco para algunos versos de índole surrealista, él es más de lo tangible, del mar y la humildad de sus orígenes, de los poetas a los que les debe el amor por la literatura, entre los que siempre cita, y homenajea, tanto a Federico García Lorca como a Ángel González. Con todo ese equipaje, lo vivido, lo leído y lo disfrutado, el joven poeta se hace hombre, alcanza la consecución del amor pero sin ñoñerías, conociendo también la cara amarga del mismo, entremezclando penas, tristezas y pesimismo, es decir, nada menos que la vida.

Y la vida del hoy, porque el mañana solo sería una cárcel sin su amada, sin sus recuerdos, sin su pizca de locura, así de maduro se muestra Simón Hernández en este volumen, sosegado pero con la misma energía poética de los versos anteriores, si acaso con una versatilidad mayor en sus metáforas, lo que le lleva a derrochar también un buen número de imágenes brillantes.

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