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Tiempo de vendimia

Tiempo de vendimia

Una novela bien escrita, con grandes dosis de erotismo

MANUEL CIFO

Lunes, 19 de septiembre 2016, 23:51

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Beltrán de la Cueva es el ambicioso heredero de uno de los propietarios de la bodega jerezana Beaumont y el arquetipo de los señoritos andaluces que se movían como pez en el agua en toda clase de intrigas empresariales, políticas y amorosas durante la etapa comprendida entre septiembre de 1929, con el final de la dictadura de Primo de Rivera, hasta marzo de 1940 y la represión subsiguiente a la inmediata posguerra. Para él no existe nada más importante que el poder, el dinero y la satisfacción de sus caprichos y, como un auténtico canalla, desprecia cualquier norma moral, especialmente las relativas al respeto a las mujeres, sean solteras o casadas, como es el caso de su prima Maravillas Obertos, con la que mantiene una relación casi patológica desde la adolescencia. Acepta casarse con Sonsoles Domecq, en un matrimonio concertado por los padres de ambos, y simultáneamente vive una apasionada relación amorosa con Lele Gavilán, una de sus empleadas, a la que conoció antes de cumplir los diecisiete años y a la que convierte en su querida oficial, aprovechándose de la aquiescencia de la sociedad y de su propia esposa.

La novela, dividida en cuatro partes tituladas tiempo de vendimia, de bodega, de soleras y de vino nuevo, mezcla con habilidad acontecimientos reales con otros de ficción. Así, asistimos a las luchas por el poder en las bodegas, la apertura de nuevos mercados, las relaciones con el Reino Unido, los vínculos familiares entre bodegueros, la enorme influencia de estos en la vida política de la ciudad y del país -algunos llegaron a financiar al partido Acción Nacional, la fuga de capitales a Inglaterra cuando llegó la Segunda República y la marcha de muchos de esos bodegueros a Gibraltar al comenzar la guerra civil. Hechos perfectamente documentados en los libros de historia, en la prensa de aquellos años y en los usos y costumbres de la alta burguesía y de la gente humilde y trabajadora de la época. De este modo, el novelista consigue unir con gran verosimilitud a personajes reales, como los Domecq, los Palomino, los González Byass, con otros de ficción como, por ejemplo, Antonio Barea, novio de Lele Gavilán y uno de los máximos dirigentes cenetistas en Jerez, a quien mueve el odio hacia Beltrán; el comisario Andrade y su connivencia con el joven bodeguero, a cambio de sustanciosas sumas de dinero; los padres de Lele, especialmente la madre, Juana Fuentes, y Maravillas Obertos, dominada por el placer que experimenta con su primo. Y todo ello conforma una novela sorprendente por momentos, muy bien escrita, con grandes dosis de erotismo y que reserva una sorpresa final: el poder redentor del amor.

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