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Una cuestión de lealtad

Una cuestión de lealtad

La página semanal -dos folios y medio- que, como se sabe, Arturo Pérez-Reverte escribe sin falta desde julio de 1993 en el suplemento 'El Semanal', le ha permitido destacar -mientras se erigía en uno de los mejores novelistas de la literatura española contemporánea-como uno de los columnistas más logrados y longevos. 

ALEXIS GROHMANN

Viernes, 17 de junio 2016, 08:27

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Un libro emotivo y delicado sobre perros, repleto de historias de abandono, de generosidad y heroísmo

La página semanal -dos folios y medio- que, como se sabe, Arturo Pérez-Reverte escribe sin falta desde julio de 1993 en el suplemento 'El Semanal', le ha permitido destacar -mientras se erigía en uno de los mejores novelistas de la literatura española contemporánea-como uno de los columnistas más logrados y longevos. El millar de textos publicados hasta la fecha facilita discernir tipos de columnas y temas recurrentes, tales como, en términos generales, España, la lengua española, la clase política, la historia, la guerra, el mar, el aprecio por ciertas personas, la mujer, el cine o el perro (también ha escrito sobre otros animales, como la ballena, en 'Ochocientas veces al año', por ejemplo). El presente libro reúne veintidós artículos del autor, publicados entre 1995 y 2014 y protagonizados, en su mayoría, por perros. Son muchos de los textos más conmovedores del escritor cartagenero.

A estas alturas, la lealtad del autor para con los perros no nos debería sorprender, ya que se ha manifestado no solo en sus artículos, sino también en sus novelas. Así, en 'La carta esférica' (2001) el labrador Zas representa al amigo ideal del marino Coy, con su inocencia, su fidelidad, su constancia y alegría incondicional; la traición del perro por parte de la mujer protagonista resultará imperdonable: en la escena de la muerte de Tánger a la que asiste Coy al final de la novela, al revelarse que la mujer era la responsable del asesinato de Zas, el marino, en un claro acto de lealtad a la memoria de Zas, la abandona a su suerte, no porque lo había traicionado a él, sino porque había traicionado al perro.

Chuchos de limpio corazón

En 'Perros e hijos de perra', a través de una serie de retratos de determinados perros emerge una clara visión de la especie en su conjunto -del amor desinteresado del perro por el hombre, de su lealtad, de su coraje, dignidad y rectitud- en cuya defensa sale el autor una y otra vez, a diferencia de lo que sucede con el ser humano, el hijo de perra del título que, precisamente porque se compara con los perros, está en clara desventaja, «porque», como explica el autor en el artículo que abre el libro, un homenaje a su perro 'Sombra' y al Perro en general, «ya quisiéramos los humanos tener un ápice de la lealtad y el coraje de esos chuchos de limpio corazón. No recuerdo quién dijo aquello de que cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro; pero es cierto». A menudo los artículos son una especia de elegía, son de forma y tono elegíacos, expresan tristeza por la muerte de un perro o por una calamidad trágica, son exaltaciones, evocaciones emotivas, bien gratificadoras, bien de desengaño.

Infame condición humana

Por el libro desfilan 'Sombra', el labrador de Arturo Pérez-Reverte, a cuya muerte (en 1996) asistimos en el testimonio que le ofrece en 'La mirada de un perro', cuya conclusión es reveladora del abismo que en la estimación del escritor -y de cualquiera que haya convivido con perros- media entre el animal y el hombre: «Podría desaparecer la Humanidad entera. Podrían diezmarnos las catástrofes y las guerras y caer chuzos de punta e irnos todos a tomar por saco, y el planeta Tierra no perdería gran cosa. Al contrario: ganaría en armonía natural y en alivio. Pero cada vez que desaparece un animal silencioso, bueno y leal como era el perro del que les hablo... este mundo de mierda resulta menos generoso, menos habitable y menos noble». Desfilan también el nuevo 'Sombra' o 'Mordaunt', y el entrañable 'Sherlock', con sus nostalgias de cazador, quien nos mira con sus grandes ojos sensibles desde la portada del libro. Y transitan asimismo el perro supuestamente asesino que, con el frecuente heroísmo desinteresado de los perros, salvó a un niño; la perra que, con la incondicional lealtad de su especie, lleva años esperando la vuelta de sus amos que la abandonaron en una gasolinera; la otra, asustada perra extraviada en el metro de Madrid enfrentada con la cruel y criminal indiferencia de la municipalidad; el perro mejicano que hizo mejores a sus vecinos humanos; o los dos perros valientes que cargaron contra los cañones rusos con la Brigada Ligera en el Valle de la Muerte. El libro está compuesto por esas historias de abandono, de generosidad, heroísmo, de valentía, amor y muerte, de milagros cotidianos y, sobre todo, de la incomparable lealtad de los perros, además de la «infame condición humana» contra la cual se arremete una y otra vez sin tregua. «Ningún ser humano vale lo que valen los sentimientos de un buen perro», concluye el autor. Son historias y retratos desgarradores y trágicos, escritos con afecto y cólera, que emocionan, sacuden y llenan de ira también al lector. Emerge no solo la voz bronca, sino también la voz lírica del escritor, su inconformismo desesperado, su nihilismo y su misantropía.

'Perros e hijos de perra', un volumen hermoso de tapa dura, muy cuidadosamente producido y con ocho magníficas ilustraciones del pintor de batallas Augusto Ferrer-Dalmau, pinta un mundo donde la existencia y constancia de esos compañeros fieles del hombre, con «el misterio leal de sus ojos, su fuerza tranquila», es uno de los pocos consuelos que le quedan a uno, porque sencillamente «esos animales son mejores que las personas».

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