En ocasiones, la ambientación, el misterio que envuelve a los
personajes, la presencia-ausencia de una fuerza difícil de
catalogar, en los límites del realismo mágico, de lo real
maravilloso, y que, poco a poco, va tomando cuerpo hasta
convertirse en el auténtico 'leit-motiv' de un relato, es lo que
sostiene en vilo al lector, lo que hace que una novela nos pueda
interesar, al margen de los propios personajes y de su
correspondiente y inexcusable hilo narrativo. No son pocos los
ejemplos en la historia de la novela en lengua española: desde 'La
colmena' de Cela, hasta 'El hereje' de Delibes, pasando por 'Cien
años de soledad', de García Márquez y 'Los premios', de Julio
Cortázar. En la primera novela que publica Fernando Belzunce
(Pamplona, 1976), predomina esa atmósfera de misterio propiciada
por la aparición de unas extrañas pintadas -que terminan por
denominarse 'El Fenómeno'-, hasta el punto de influir en el
carácter y la conducta de todos los habitantes de un pueblo. Y,
sin embargo, no descuida el autor trazar con mano firme unos
personajes de enorme consistencia, como el narrador de esta
historia, una especie de moderno antihéroe, a la manera del
Mersault de 'El extranjero' de Camus, extraño e inconformista,
siempre repleto de dudas existenciales, un hombre, en ocasiones,
«poderoso y solo que camina por una ciudad vacía». O
bien todos esos personajes secundarios, como Ahmed, Trinidad,
Patricia, el Cristo, Michele o Paulino, creados de un solo trazo,
con una única y certera pincelada, que nos recuerdan a las
criaturas de las novelas de Pío Baroja: tan simples y vivas a un
tiempo, cargando a sus espaldas una vieja historia que
probablemente nunca salga a la luz y crezca en su anonimato.
JOSÉ BELMONTE
Viernes, 17 de junio 2016, 07:53
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'La ciudad escrita' es una buena novela, llevada a cabo con
enorme soltura, con agilidad y dinamismo, con el lenguaje que
requiere el relato. Y es, además, una novela que, aunque se lee
con enorme agrado, esconde una compleja trama, un simbolismo en
ocasiones difícil de desentrañar. Un libro inquietante, donde, en
no pocas ocasiones, es más importante y trascendental lo que se
insinúa, lo que queda como un mero apunte, que la propia realidad
de la ficción.
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