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La gran cofradía de la luz

La gran cofradía de la luz

Abril, además de las flores amarillas de las que habla el excelso Juan Ramón Jiménez - uno de los escritores dilectos de nuestro autor de hoy- en uno de sus más gloriosos poemas, también nos regala un libro de los llamados, con absoluta justicia, importantes. Una obra que, según una nota adjunta al final de estas páginas, se empezó a fraguar a partir de 2009. 

JOSÉ BELMONTE

Viernes, 17 de junio 2016, 08:07

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Sensación de magia y una fascinación por la vida, elementos clave del nuevo libro de poemas de Sánchez Rosillo

Abril, además de las flores amarillas de las que habla el excelso Juan Ramón Jiménez - uno de los escritores dilectos de nuestro autor de hoy- en uno de sus más gloriosos poemas, también nos regala un libro de los llamados, con absoluta justicia, importantes. Una obra que, según una nota adjunta al final de estas páginas, se empezó a fraguar a partir de 2009. Mientras tanto, hasta su publicación hace unas semanas, el autor ha ido trabajando cada uno de sus poemas con esmero y sin prisas, con la lentitud y el sosiego propios de un verdadero clásico. ¿Cómo llamarle a un libro así, con esas hechuras? ¿De plena madurez? ¿De la consumación y consagración definitiva de un poeta que, justo ahora, cumple 35 años desde la aparición de su primer libro, 'Maneras de estar solo'?

Belleza, claridad y coherencia

Lo que sucede -lo que nos sucede a todos los que seguimos la trayectoria de Eloy Sánchez Rosillo desde mediados de los setenta- es que siempre, con cada libro publicado, nos deja una sensación de que su próxima entrega será difícil, casi imposible, que supere a la anterior. Después, con sorpresa, con gozo, observamos nuestro error. Y caemos en la cuenta de que aún le queda margen para la creación y mundos en sombra por descubrir. Sánchez Rosillo nos regala en esta ocasión un libro que es, ante todo, un prodigio de belleza, claridad y coherencia. Justo las tres líneas elogiadas en su día, a raíz de la publicación de 'Páginas de un diario', por su maestro, el desaparecido profesor Baquero Goyanes, uno de los más reputados especialistas mundiales en novela que también sintió la necesidad de analizar la poesía de su aventajado discípulo.

'Antes del nombre' es una nueva incursión en ese mundo al que nos tiene acostumbrados su autor. No hay sorpresas. O mejor dicho: siguiendo la conocida filosofía de Lampedusa, se cambia todo para que todo permanezca como al principio. La misma invocación para que aprendamos a escuchar y descifrar el canto de la cigarra, u oír los pasos quedos de la propia vida. El mismo niño que tiembla, que llama a su madre, que goza con el canto de un jilguero, que observa, extasiado, la misma acacia que le ha acompañado, como un testigo mudo, a lo largo de su existencia. El mismo deseo de ahondar en el origen: la nada anterior a la nada que nos espera. La misma mirada que nos lleva a descifrar ciertos misterios, velados para quienes no poseen el sentido de saber ahondar con los ojos del alma, como nos advierte en el poema titulado 'La pared': «No hay lugares vacíos/ si se posan en ellos unos ojos;/ los puebla la mirada/ con las propias historias de quien mira». La misma luz, aunque, en esta ocasión, algo más intensa, con otras modulaciones, con una tenaz insistencia: «Desperté y habitaba/ la estancia inacabable de la luz,/ supe del todo y siempre,/ y era yo nadie y nada y cada uno/ antes del nombre, el traje, la mirada». En uno de los más hermosos poemas de la obra, el titulado 'Hilo de oro', Sánchez Rosillo habla de esa luz «que nos suma/ a todos con el todo». Y reivindica, altanero, orgulloso, esa pertenencia a lo que él mismo denomina «la gran cofradía de la luz». Hay en la obra, junto a ese realismo inmediato, palpable, carnal, casi contagioso, que nos transmite el poeta, una sensación de magia, de deleite, de maravilla y felicidad. Una fascinación por la vida, con sus miedos, sus temores y temblores. Y hay, además, un goce salvaje y primitivo que se transmite a través de los sentidos, de los ojos de aquel niño que fue y nunca nos dijo adiós del todo.

Lo que sueñas no es sueño

'Luz' y 'sueño' son dos de las palabras que más se repiten a lo largo del libro. En el primer caso, desde los «despojos cobrizos de la luz» hasta el milagro que se produce con cada nuevo amanecer. La luz, como se nos advierte en el poema titulado 'Junto al mar', es lo que ha de quedar «aunque yo sombra sea». A los sueños dedica uno de los poemas más breves e impactantes, más redondos y hermosos -concluyente, lapidario- de todo este compendio, el titulado 'Ante ti', que aquí reproducimos íntegramente: «Lo que sueñas no es sueño. Abre los ojos/ y míralo ante ti. ¿Tardó en cumplirse/ su rosa verdadera?/ Tardaste tú en soñarla». A medida que los años pasan, mientras llega la definitiva noche, Sánchez Rosillo, lejos de ofrecernos una visión negativa y pesimista de la existencia, busca en los detalles, en aquello que diariamente pasa inadvertido a casi todos los seres humanos, un motivo de alegría: como el sentirse vivo o el saber escuchar a un árbol, observar el milagro de sus hojas, oír el zumbido oculto de su savia. El escritor se permite, incluso, ofrecernos un poema en el que se advierte un inequívoco tono humorístico, divertido: 'A mi modo de ver (y sentir)', cuyos versos finales hablan, de modo distendido, del gran alboroto propiciado por los gorriones, que se interrumpen «sin respetar los turnos». 'Antes del nombre' no es un libro más en la ya larga y sólida trayectoria de Sánchez Rosillo. Es la obra que lo hace, si cabe, más grande como poeta. Y también, por qué no decirlo, como ser humano.

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