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Uno de los montajes de La Ribot, en el Centro Párraga.
Brazos de más, ojos de menos y gestos
CRÓNICA DE ACTUALIDAD

Brazos de más, ojos de menos y gestos

La Ribot (María José Ribot Manzano) es una destacada autora, dentro del mundo de los audiovisuales y las 'perfomances', pero que también obtuvo, en el año 2000, el Premio Nacional de Danz

PEDRO SOLER

Lunes, 21 de noviembre 2016, 22:15

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La Ribot (María José Ribot Manzano) es una destacada autora, dentro del mundo de los audiovisuales y las 'perfomances', pero que también obtuvo, en el año 2000, el Premio Nacional de Danza. En el Centro Párraga presenta 'Un brazo de menos, un ojo de más', una de sus instalaciones, que entrañará, sin duda, un mensaje claro para la autora y los entendidos en la materia, pero casi imposible de descubrir por los simples espectadores. Aún así, de la serie de secuencias que conforman la exposición podría deducirse que se trata de una manifestación vivencial de la propia autora, aunque aparezca encubierta bajo signos, formatos, vídeos, montajes..., que el espectador no se atreve a descifrar, ni definir. Y se dice lo de manifestación vivencial, como se podría escribir que estamos ante un conjunto de trabajos que nos llevan a proclamar la ordinariez de la vida, entendiendo así las actividades propias de cualquier persona, en su ámbito más íntimo y privado, o en sus relaciones exteriores.

Una de las instalaciones se nos presenta como un cuarto de estar, en el que se conjugan las labores propias del ama de casa, situadas en un espacio, que aparece adornado con elementos prácticamente en desuso. Como si se tratase de revocaciones de un tiempo ya pasado, de unas visiones propias del hogar, con escenas inolvidables y ahora irrepetibles. También pudiera aludir a estampas en las que la vida todavía transcurre en unas situaciones adaptadas a las carencias y a lo imprescindible.

Saltando en el tiempo de La Ribot, nos adentramos por la intimidad que parece deducirse de la composición fotográfica 'Otra Narcisa', en la que se muestran «trípticos en secuencia de imágenes de su propio cuerpo». Son fotografías de desnudos, acompañadas de nombres de ciudades -París, Brest, Madrid, Berlín, Bilbao, Lima Londres...- y de unos dígitos, que, se supone, aluden a los años en que fueron realizadas. Como si se tratase de un recorrido por esas urbes, en las que se ha gozado con ese intimismo, que La Ribot escenifica.

También hay vídeos que se nos parecen presentar en términos parecidos a otra de las actividades tan usuales como el ejercicio matutino, que tantas personas practican a diario, y que, en las escenas que se recogen, la habitualidad del paseo adquiere una grandeza desacostumbrada, debido a la belleza y al intenso colorido que derraman los desconocidos paisajes captados. En su interpretación, provoca un desliz inicial el vídeo que se exhibe con el título 'Another pa ams tomàquet'. Lo que podría semejarse a una maniobra de cocina casera, va cambiando de rumbo, al paso que avanza la proyección. Y la crudeza que se derrocha, en la simpleza del corte de un ajo o un tomate, adquiere un significado definitivo. Es que se trata no de elaborar una receta culinaria, sino de que la pieza «es una afectuosa e irreverente parodia de la escena de la ducha de 'Piscosis', pero con una vuelta de tuerca feminista». Es la explicación que se ofrece.

Con o sin explicaciones para quienes no nos consideramos duchos en estas cuestiones, hay que insistir en que 'Un abrazo de menos, un ojo de más' ofrece una trama creativa, que, junto al desconcierto que pueda sembrar, también expande mucha y emocionante novedad.

'Lejos de dogmas'

Los gestos de los cientos de figuras, especialmente de los rostros, que muestra la exposición 'Lejos de dogmas', de Joaquín Barón' son el argumento principal, en el que se recrea el autor aunque sin interés excesivo en conseguir que denoten una concreta expresividad. Esos cientos de figuras inundan las paredes de la sala José Nicolás Almansa, en el Museo de la Universidad, sin otra preocupación que formar una escena, bajo los disfraces cromáticos que el pintor les ha asignado. También podría afirmarse que se trata de una proyección negativista de la vida, porque, salvo algún rostro cargado de ironía, los demás miran con ojos hundidos o temerosos, y gritan por separado o a coro.

Estos mezclados desnudos masculinos y femeninos derrochan una cierta inocencia, lo que los convierte casi en escenas de la vida urbana. Quizá se trata de composiciones inconcretas, que, aparentemente, parecen dotadas de un tremendismo ineludible, porque, si se advierte la perseverancia de los gestos, nos llevan a pensar que estamos ante personajes propios de pasatiempos infantiles, fantásticos e increíbles actores, sobre los que Joaquín Barón ha maniobrado, utilizando todos los colores, como la llama más poderosa para vitalizar los cuadros expuestos. Unos modelos, en definitiva, que, en ocasiones, recuerdan las obras del inolvidable José María Párraga.

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