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El dolor de la memoria y un viaje a la India

El dolor de la memoria y un viaje a la India

Acaso quienes hemos vivido aquellas situaciones nos sintamos incómodos a la hora de recordar o de adivinar los lugares concretos de hechos criminales, que, a veces, nos oprimían muy cerca. Es que, si mal no se ha interpretado, la exposición de Daniel Hervás en Edificio Paraninfo, del Campus de La Merced, recoge «cuestiones que nos plantea el proyecto Random Memory

PEDRO SOLER

Viernes, 17 de junio 2016, 07:53

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Acaso quienes hemos vivido aquellas situaciones nos sintamos incómodos a la hora de recordar o de adivinar los lugares concretos de hechos criminales, que, a veces, nos oprimían muy cerca. Es que, si mal no se ha interpretado, la exposición de Daniel Hervás en Edificio Paraninfo, del Campus de La Merced, recoge «cuestiones que nos plantea el proyecto Random Memory, a través de una reconstrucción gráfica de los lugares exactos en los que ocurrieron ciertos atentados de la banda terrorista ETA y la reactivación de la memoria que nos puede quedar de ellos».

En la presentación de esta muestra, el autor se pregunta cuánto duran los recuerdos y hasta qué punto son capaces de afectarnos y permanecer sin olvido. También se interroga por el papel que desempeñan los medios informativos, a la hora de trasladarnos hechos muy relevantes, capaces de afectar a nuestra sensibilidad.

En el mundo del arte de modo más diáfano, en el de la pintura es planteamiento frecuente la pretensión de inducir al espectador a que sea capaz de averiguar los presuntos secretos que el autor ha querido depositar en sus obras. Es empeño harto difícil, por lo que más cómodo resulta para el espectador limitarse a la mera emoción contemplativa y que sea ésta la que impulsa al gozo o al desinterés ante la obra expuesta. Desentrañar la esencia o la mística, cuando existen, es empeño tan dificultoso como insuperable.

Daniel Hervás pretende que estos cuadros nos aclaren las capacidades de la memoria, y nos oferten una respuesta fidedigna, en torno a unas circunstancias de dolor físico y anímico para una sociedad -en determinadas zonas más que en otras- que, tras abandonar las dictaduras políticas, comenzaba a disfrutar de un amplio ambiente liberal.

Parece un juego excesivamente complicado incitar al espectador a evocar tragedias palpables, antes y después.

¿No han sucedido otros hechos trascendentes, capaces de calibrar las posibilidades de la memoria? Lo más probable es que los veteranos en edad no gocen ante esas obras que recogen, con dificultosa identificación, por lo general, los espacios en los que se provocaron aquellos actos terroristas; y para muchos jóvenes, cuya existencia primaria transcurrió en la inopia propia de su edad, les resultará imposible verificar lo sucedido, a través de estas obras.

De un modo u otro, algunos de los cuadros expuestos sí incitan, ineludiblemente, al recuerdo de inolvidables desdichas.

La memoria resucita, pero con desagradables espasmos. Por esto, sería preferible contemplar la exposición, y quedarse, aunque parezcan fingidos, con los síntoma arquitectónicos o con la limpieza de líneas que Hervás derrama en esa continuidad de cuadros, que se asemejan a una planificación de espacios para construcciones futuras, en medio de enclaves casi edénicos, pese al cromatismo apagado, uniformemente sereno, sobre el que se levantan.

Tradiciones indias Por mucho que se la conozca, en directo o a través de tantos documentales y fotografías, que en cualquier espacio se puede hallar, es imposible que la historia y las tradiciones de la India pierdan su seducción.

A estas alturas, sigue siendo un país subyugante, como bien demuestra la serie de más de sesenta fotografías que José Velasco expone en los Molinos del Río.

No hace falta recurrir a la llamada que nos lanza el autor; basta con una ligera pasada sobre las espectaculares imágenes, para percibir de inmediato que detrás de esas láminas se esconde también un mundo lleno de perenne misterio.

Por muchos cambios hacia el progreso que pueda ofertar una nación, gigante y variopinta como India, lo cierto es que, sobre todo permanecerán esos ambientes en los que sobreviven unas gentes marcadas por la religión o por la catástrofe, acomodadas a la miseria y a la purificación de los ríos, inmersas en mercados callejeros e indiferentes al turismo y a las emociones.

No es más que un mero enunciado, porque en esta colección de fotografías son muchas más y de un modo lúcido las facetas de la vida india, que presenta José Velasco. 

Habría que añadir que, junto a colosales monumentos, los rostros de los anónimos personajes completan una elevada dosis de confluencia, que parecen imprescindibles para entenderla persistencia de una cultura tan estable y tradicional. El repaso por lo fotografiado es un modo amplio de narrar todo cuanto todavía sigue encerrado, como conjunto imperecedero, entre unos extensos límites. Penetrando en la hondura de lo fotografiado, se palpa un realismo natural, como la esencia de tan atrayente país.

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