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'Madonna del silenzio', anónimo; y 'The Ruder Hunter', de Pérez Salguero.
Imitando a Miguel Ángel

Imitando a Miguel Ángel

Las exposiciones que pueden contemplarse en la recoleta Sala Cajamurcia Belluga no suelen ser espectaculares, entre otras causas, porque el espacio no lo permite; pero sí son, generalmente, evocadoras de momentos o de personajes que han desempeñado un papel relevante, o hasta trascendente, en la historia del arte. La que ahora se muestra lleva por título Ecos de Miguel Ángel, y contiene una corta serie de obras de relativo valor, pero que nos adentra, como ya se ha indicado, por una etapa y en torno a un artistas tan completo y universal como Miguel Ángel, y, a la vez, nos recuerda el nombre y la obra de otros de segunda fila pero que también mantienen su interés. Las obras expuestas pertenecen al Legado Gómez-Moreno, que ya ese hizo presente en esta misma sala en cursos anteriores.

LA VERDAD

Viernes, 17 de junio 2016, 08:03

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En esta ocasión, se pretende, como se afirma en el sencillo catálogo, «mostrar a través de un pequeño conjunto de esculturas y pinturas(...) la influencia de Miguel Ángel Buonarrotti en la obras de sus contemporáneos y seguidores de la segunda mitad del siglo XVI, así como su proyección en el arte de la España de 1600». Entre estas obras, está la reproducción fotográfica de un San Juan Bautista Niño, que pudo ser del genial artista; varias imágenes de Cristo en la Cruz, anónimas, de parecidas facturas, y que son, a juicio de Gómez Moreno, copia de otro Cristo de Miguel Ángel. Todas ellas -en plata, bronce o de algún tipo de aleación- presentan características muy similares: «cuelga el cuerpo desplomado; la cabeza, pequeña, cae sobre el pecho, apenas desviada ligerísimamente hacia la derecha; las manos se contraen agarrotadas; la pierna izquierda se cruza sobre la derecha, aplastándose al contacto su pantorrilla, y el pie se deforma bajo la presión del clavo». La descripción, tan auténtica, que no precisa de más explicaciones.

Junto a estos cristos anónimos, puede contemplarse otro, pintado al óleo, original de Francisco Pacheco, el suegro de Velázquez, quien «hubo de recurrir al indudablemente al modelo escultórico de Miguel Ángel, perfecto para estudiar en él anatomía pictórica». En esta imagen se advierte «la dependencia de los cristos de Velázquez, Cano y Zurbarán, respecto del modelo iconográfico, seguido por Pacheco». En la exposición también están presentes distintas imágenes -hechas en bronce o madera- de La Piedad, que siguieron el modelo de la famosa obra de Miguel Ángel; igual que una Madonna del Silenzio, anónima, de 1565.

Son, en conjunto, esculturas «que dan idea exacta de la calidad de los originales(...), copias interesantes, porque muestran la supervivencia y reinterpretación de ideas de Miguel Ángel por artistas contemporáneos».

La exposición se cierra, junto a unos libros de la época, con una medalla realizada por Leone Leoni, en 1561. Si en el anverso aparece la esfigie de un Miguel Ángel, de rostro enjuto, en el reverso se le puede contemplar «como un aciano con el torso desnudo, al parecer ciego, caminando con bastón y una calabaza, como un peregrino y guiado por un perro». En resumen, un conjunto de pocas obras, pero variado e interesante

SHOW TIME, DE PÉREZ SALGUERO

Show Time, la exposición de Pérez Salguero en el Espacio AV tiene una virtud inicial: ha llenado los espacios no de manchas y líneas, sino de figuras, que desempeñan un papel determinado, y que a los ojos del espectador no cansan, como quizá podía suceder con otras series en las que solo parecían imponerse las frases y los números, como una especie de monotonía temática, aunque para el autor se tratase de obras muy distintas entre sí. Es el autor del texto del catálogo, Santiago Olmo, quien afirma que «en la estructura formal de los cuadros se ha producido cambios substanciales respecto a series anteriores».

Los cuadros de la muestra actual, desde máscaras de pequeño tamaño, a los espectaculares lienzos, en los que los protagonistas desarrollan sus simbologías, forman un conjunto llamativo, en el que el color juega un papel atractivo, pero que no es la razón principal del conjunto. Lo más atractivo puede estar en la temática que el pintor describe. En cada cuadro surge una batalla, un acto violento, impuesto por el hombre que boxea, que dispara, que arremete, pero caricaturizado por las figuras, que se mofan de tan tensas situaciones, con sus rostros de aparente fiereza o de infantil mirada.

Es una exposición, en la que Pérez Salguero «toma como eje la representación de las diversas modalidades de violencia a partir de la cultura popular y sus derivaciones». Al espectador le costará penetrar hasta esa intríngulis que el pintor quiere volcar sobre cada una de sus obras; pero tampoco le sería difícil entender el significado, si se deja guiar por la continuidad y la sensación viva de contrastes, de modos de enfocar las situaciones. Para ello hay que fijarse en esos personajes, tan contradictorios, que ejercen de malvados creadores de violencia, o que se divierten de modo disparatado, pueril y socarrón.

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