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Domingo, 29 de abril 2018, 23:33
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Beber alcohol durante el embarazo produce modificaciones en la glicosilación proteica, proceso en el cual se le añade un escudo de azúcares o glucidos a las proteinas para que sean más estables. Esas alteraciones no aparecen en los recién nacidos que no sufren el síndrome alcohólico fetal, a pesar de que sus madres ingirieron alcohol durante el periodo prenatal, lo que evidencia la necesaria interacción entre gen y entorno. El grupo de investigación de la Universidad de Murcia Hemostasia y Trombosis ha comprobado que existe una predisposición genética que agrava los daños de la ingesta de alcohol durante el embarazo. Así, se demuestra que una mutación no tiene por qué ser patogénica siempre; se necesita combinarlo con un factor de tipo ambiental, en este caso, el alcohol.
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