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Alimentos transgénicos para erradicar el hambre

Alimentos transgénicos para erradicar el hambre

Los cereales siguen siendo con gran diferencia la fuente de alimentos más importante del mundo, tanto para el consumo humano directo como, de una manera indirecta, para los insumos de la producción pecuaria. Por tanto, lo que ocurra en el sector de los cereales será crucial para los suministros mundiales de alimentos. «Desde mediados de los años sesenta, el mundo ha conseguido aumentar la producción de cereales en casi 1.000 millones de toneladas. A lo largo de los próximos treinta años tendrá que repetir la hazaña», tal y como señala la organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO).

MARÍA JOSÉ MORENO

Viernes, 17 de junio 2016, 07:42

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Conseguir mejores rendimientos de los cultivos mediante técnicas de modificación genética puede ser la solución para cubrir las necesidades de una población que aumenta a mayor ritmo que la producción

Mirando hacia el futuro, de acuerdo con uno de los informes de la FAO, «en torno al 2030 se necesitarán cada año 1.000 millones de toneladas más de cereales. Naturalmente, algunos sucesos imprevisibles como fuertes aumentos del precio del petróleo y espectaculares crisis o rachas de crecimiento pueden modificar la demanda efectiva durante breves períodos, pero no cambiarán mucho el panorama total», auguran.

Y atendiendo a lo que dice la FAO sobre los principales cultivos, los datos son alarmantes. Se espera que las importaciones netas de trigo aumenten de 72 millones de toneladas anuales en 1997-1999 a 160 millones de toneladas en el año 2030. Dado el lento crecimiento del rendimiento del arroz de los últimos años, el mantenimiento de incrementos de producción, aunque sean modestos, será un difícil reto para la política de investigación y de regadíos. Los países en desarrollo representarán una proporción en aumento de la producción mundial de cereales secundarios como maíz, centeno o avena, pasando desde menos de la mitad en la actualidad hasta casi las tres quintas partes en 2030.

El objetivo, por tanto, de la mayoría de los investigadores que trabajan en evolución vegetal es conseguir plantas que produzcan con rendimientos elevados, es decir, que con poco esfuerzo generen grandes cantidades de producto.

Una de las técnicas sobre la que se está haciendo especial hincapié es la de transformar genéticamente los estados fotosintéticos de las plantas. Tal y como explica el Investigador Principal del grupo de Genética Molecular de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), Marcos Egea-Cortines, «en la naturaleza existen tres tipos de plantas: las C3, que corresponden a la mayoría y que en condiciones normales de temperatura y agua se desarrollan correctamente, las C4 que funcionan mejor en condiciones de elevada temperatura y gran cantidad de agua (como el maíz) y las CAM, adaptadas a condiciones de elevada temperatura y poca agua (los cactus)».

La principal diferencia entre las plantas C3 y las C4 es que las primeras, como consecuencia de las propiedades moleculares del sistema de captación de CO2, cuando sube la temperatura, pierden más carbono del que captan. Este fenómeno se llama fotorespiración. Obviamente, al subir las temperaturas por encima de las condiciones óptimas, disminuyen sus rendimientos de forma muy notable. Las plantas C4, por el contrario, tienen una solución estructural diferente que les permite acumular CO2 en las células de los haces vasculares, por lo que cuando sube la temperatura no pierden carbono y da como resultado unos rendimientos mucho mayores.

De ahí que el objetivo de los científicos sea el de lograr que cultivos como el arroz, de tipo C3, transforme su estado fotosintético a C4, lo que aumentaría considerablemente su producción.

Vegetales modificados

Para conseguir esas transformaciones, los científicos llevan a cabo modificaciones genéticas en las plantas, algo que aún hoy genera controversia.

Señala el profesor de la UPCT, que «el principal problema a este respecto se debe al desconocimiento que existe en torno a este asunto ya que países como India o China han desarrollado una fuerte apuesta por los transgénicos y que en este caso último se argumentó que tan solo con aumentar un 5% la productividad se podía sacar del hambre a más de 50 millones de personas».

Pone como ejemplo, además, que «en animales se hacen modificaciones genéticas que la sociedad ha aceptado de manera normal como son los híbridos de cerdo y jabalí para obtener mejores carnes o el caso de las mulas que surgen de unir caballos y burros para obtener un animal estéril destinado al trabajo».

Plantas resistentes

En el caso de los vegetales, explica Marcos Egea-Cortines que «el proceso mismo de transgénesis lleva asociado un protocolo que requiere genes de resistencia, normalmente contra antibióticos, lo que algunos esgrimen como un peligro para la salud, ya que si las personas consumen esos productos pueden hacerse inmunes a los mismos y, por tanto, en caso de necesitar ese antibiótico para luchar contra una enfermedad su organismo no reaccionaría».

Pero aclara que «es muy difícil que algo así ocurra, ya que los antibióticos empleados en la transgénesis de productos vegetales no son usados en medicina, ni lo van a ser dada su alta toxicidad, por lo que no existe ningún riesgo para los consumidores, independientemente de otro hecho como que el ADN que entra al tracto digestivo acaba digerido cuando llega al intestino, donde reside la flora bacteriana, por lo que es altamente improbable que ocurra una transferencia de resistencia a este nivel».

En definitiva, si se tiene en cuenta que los controles que existen por parte de las autoridades sanitarias a nivel global son suficientemente rigurosos y estrictos, todos aquellos productos aprobados por las mismas deberían ser aceptados por la sociedad sin reparos.

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