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«Las experiencias personales no se descargan de la red»

Son cada vez más las víctimas de las denominadas adicciones psicológicas o adicciones sin sustancias que, si bien en otros momentos se han producido en la sociedad en forma de ludopatía o adicción al sexo, por ejemplo, en la actualidad se han visto potenciadas por la aparición de las nuevas tecnologías. 

M. J. M.

Viernes, 17 de junio 2016, 08:10

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Cada vez son más las personas que pasan horas y horas en un chat, colgadas de un móvil, o presas de un vídeojuego y de otras evasiones 'on line'

José María Martínez Selva, Catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia y autor del libro 'Tecnoestrés'

Son cada vez más las víctimas de las denominadas adicciones psicológicas o adicciones sin sustancias que, si bien en otros momentos se han producido en la sociedad en forma de ludopatía o adicción al sexo, por ejemplo, en la actualidad se han visto potenciadas por la aparición de las nuevas tecnologías. Sin llevar asociado el consumo de ninguna droga, su uso consigue alcanzar la zona del cerebro asociada con el placer y dificulta que las personas consigan desprenderse de su uso descontrolado.

Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que una de cada cuatro personas sufre trastornos de conducta relacionados con las nuevas adicciones. Muchas de ellas, sobre todo jóvenes, han encontrado en las nuevas tecnologías, especialmente en internet y los dispositivos móviles, las mejores herramientas para estar conectados con el resto del mundo sin necesidad de un contacto directo, personal. Obviamente, las ventajas que ofrecen estos nuevos medios de comunicación son más que evidentes, pero también pueden surgir problemas de conducta y relación con los demás si se hace un uso compulsivo e indebido.

«El uso de las nuevas tecnologías es realmente difícil de controlar dado que un elevado porcentaje de la población las utiliza por necesidad», indica el Catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia, José María Martínez Selva. Aunque insiste en que hay que diferenciar entre dependencia y adicción pues, según dice, «las personas dependientes, que necesitan hacer uso de las nuevas tecnologías a diario son muy numerosas, pero solo entre un 3% y un 7% llega a situaciones extremas en las que su calidad de vida se ve mermada como consecuencia de una pérdida de control sobre esa actividad».

Señala que «si bien las personas dependientes pueden sufrir trastornos en su día a día, como que la vida laboral interfiera en la personal y en el tiempo de ocio, que no descansen bien o que les falte concentración, el problema de los adictos va más allá, pues son personas que dejan de relacionarse físicamente con otras personas para hacerlo solamente mediante el ordenador o el teléfono móvil. Su rendimiento laboral o en los estudios cae, lo que carece de importancia para ellos, se vuelven agresivos y, en ocasiones, les supone un perjuicio económico, entre otros problemas».

Asegura Martínez Selva que «este tipo de adicciones son muy difíciles de tratar puesto que más de dos tercios de la población utiliza internet, los ordenadores o los teléfonos móviles para trabajar. Una cifra que está en aumento y que hace imposible que se aísle totalmente a nadie de la fuente de su problema». Y es que las adicciones más severas suelen incluir en su tratamiento un periodo de aislamiento para conseguir que la persona evite el contacto con la fuente de su problema y no lo retome una vez finalizado el proceso. En el caso de las nuevas tecnologías se reconoce que eso es imposible dada la elevada presencia de esas herramientas en la sociedad.

Si bien, como aclara Martínez Selva, «en los casos más extremos, el tratamiento pasa también por un tiempo de aislamiento en el que se aprovecha para enseñar al enfermo a tratar su adicción y fomentar el autocontrol».

Alude además de la siesta digital o la dieta digital: «Momentos del día en que todas las personas deberían plantearse no hacer uso de las nuevas tecnologías con el fin de invertir ese tiempo en diferentes actividades como estar con la familia, hacer deporte, pasear, leer, acudir al cine, al teatro o en general socializar, sin estar pendientes de su teléfono móvil u ordenador».

Destaca el catedrático que «esta nueva era digital está atrasando, en muchos casos, la llegada a la madurez, puesto que para llegar a ella hay que tener determinadas vivencias, experiencias vitales que no se descargan de internet sino que deben ser sufridas en primera persona. El aislamiento que conlleva el uso de las nuevas tecnologías, en el sentido de que cada vez es más habitual tratar con las personas a través de ellas en lugar de cara a cara, implica que se demore el aprendizaje emocional».

En el caso por ejemplo del terreno laboral, José María Martínez Selva considera que «un trabajo no se aprende viendo vídeos ni leyendo documentos sino que el verdadero aprendizaje llega con la práctica y viendo trabajar a quienes ya poseen experiencia», por lo que las relaciones humanas juegan un papel crucial en el desarrollo de los individuos.

«Un problema añadido en los adictos adolescentes es que suelen presentar además de su adicción otros problemas psicológicos y en el caso de muchos tecnoadictos suelen ser poliadictos, como sucede con muchos ludópatas.». Además, internet hace más fácil el acceso a juegos de azar, puesto que no es necesario salir fuera de casa o disponer de monedas sino que a cualquier hora del día y con una tarjeta de crédito se puede jugar.

Junto a la ludopatía, la adicción al sexo y a la compra compulsiva también se han visto especialmente incrementadas en los últimos tiempos por la facilidad de practicarlas a través de internet.

Uno de los mayores hándicap en este terreno, según Martínez Selva, «es que los más jóvenes, conocidos como 'nativos digitales', poseen un conocimiento mayor de este terreno que el que tienen la mayoría de los padres, pero eso no debe ser un impedimento para que se les controle y se les ponga normas. No hay que olvidar que las diferencias generacionales siempre han existido, pero los padres siempre pueden informarse y sobre todo mantener una actitud dialogante con sus hijos sobre sus hábitos y formas de vida, tanto en el mundo real como en el virtual, que les ayude a entenderlos y les facilite la detección de problemas en el caso de que los haya».

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