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El niño que quiso ser pintor

GERMÁN RAMALLO

Lunes, 18 de junio 2018, 22:02

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Desde que tuvo uso de razón, desde que pudo decidir, él lo hizo por la pintura, por representar cosas que se le mostraban desde fuera. Dibujar y pintar eran los primeros recuerdos que poblaban su mente y siempre así lo expresaba. A ello dedicó su vida entera, su larga vida; es lo que estuvo haciendo hasta el final de manera cada vez más depurada y más Molina Sánchez: un rostro angelical resuelto con apenas un trazo y unos pocos retoques; unas manchas densas o diluidas, ocupando el resto de la superficie, que eran la emanación alada o el halo de la figura y que también servían para crear el espacio irreal en que esta habitaba; abstracción que configuraba su realidad, la realidad de Molina Sánchez que venía ofreciéndonos desde muy atrás y que ya todos aceptábamos.

Un lenguaje, su lenguaje, emanado pero no imitado de sus primeros maestros murcianos que se define más aún en las aulas de San Carlos, de Valencia, y se acuña, siempre libre, desde los primeros tiempos de Madrid. Se formaba revisando lo estrictamente coetáneo, pero también las formas del pasado: buscaba, pero encontraba y todo era tamizado por su personalidad. En todas las etapas que revisemos se encuentran obras maestras que demuestran su personalidad y estilo creador. Son muchas las fuentes que se pueden señalar en las que pudiera haber bebido y que, de hecho, tiñeron levemente sus formas, pues nada que fuera innovación o tuviese calidad le resultaba indiferente. Sin embargo no hay mímesis, ni contaminación, ni siquiera seguimiento: su lenguaje quedó desde el principio bien definido y está subyaciendo durante toda la rica evolución que experimentó su obra a lo largo de su extensa vida profesional.

Con su humildad innata lo podía observar y valorar todo, él no se ponía por encima de nadie, pero tenía recia convicción en sus cualidades y en aquello que había descubierto por sí solo. Es ardua labor encontrar un titubeo o desajuste en su obra. Al pintor le interesa claramente transmitir belleza y armonía. Para él, el mundo del arte es eso: un lugar en que descansa el espíritu, no la causa de una conmoción y es eso lo que persigue, aunque esté transitando por un universo expresionista de abstracción o figurativismo.

En todas las etapas se encuentran obras maestras, que demuestran su personalidad y estilo creador

Como ya sabemos (hay mucho escrito sobre él y muy merecidamente) el reconocimiento y los premios, nacionales e internacionales, llegaron pronto; con apenas treinta años. Siempre gozó del aprecio de los críticos y el público que supieron ver lo novedoso de su propuesta.

Fue un dibujante extraordinario y muchas veces es la gruesa línea oscura la encargada de formar la sólida arquitectura de sus composiciones luego manchadas de color o libres de él. Pero lo más común es que ese dibujo ceda ante el color, aplicado con generosidad de materia y entonado en frías o cálidas gamas dominantes que, de pronto, pueden estallar con decisión en un puro azul, amarillo o rojo. Pero más frecuente es que sean las manchas de color las que van construyendo figuras y entorno. En la década de los 50, parecemos estar ante vidrieras medievales, pasadas por el filtro de Rouault, pero desde luego, sin su violencia: absolutamente magistral su 'Visitación'. En los 90 desaparece la línea, se aviva el color y las amplias masas de pintura van ocupando la superficie con valor por sí mismas, como un 'unicum' abstracto por su riqueza en texturas y matices, y creando ante nuestros ojos los cuerpos de unos ángeles efébicos, espíritu materializado o materia evanescente, que comunican con el espectador o interactúan en su mundo: 'El hechizo de la rosa'.

Siempre gozó del aprecio de críticos y público, que vieron lo novedoso de su propuesta

Por en medio estuvieron los viajes y el que más huella dejó en su pintura, el de África (por Angola y Luanda), a mediados de los 60. Con él retoma la figuración que, en realidad, nunca había dejado del todo. Crea composiciones complejas de varias figuras en paisaje, algo esto último que él mismo afirmaba no tenerlo como tema predilecto, pero que ahora aborda con soltura, creando un lugar mental de formas y colores. La expresividad de la mancha se hace aquí muy potente y los cálidos tonos aparecen sin timidez: 'Cerca de Luanda' y 'Pequeño mercado', obras de su colección, son especialmente representativas.

Pero siempre, desde el principio hasta el final de su carrera, que fue el de su vida (2009), la presencia de esos ángeles -a veces inocentes, otras turbadores- inquietantes siempre, tema propio del pintor que parecían emanar de su espíritu de puro artista, que optó y luchó por serlo desde que tuvo uso de razón.

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