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Galerías de arte (y IV)

Galerías de arte (y IV)

Lo que, en buena lógica, debería haberse convertido en complementariedad, «ampliada» (ya que no hay que olvidar de dónde se venía, y que durante muchos años lo oficial suplió la ausencia de galerías) por la demanda nacida de las nuevas circunstancias político/sociales y la necesidad -a menudo no acompañada del deseo- de la apertura a lo nuevo, a lo que aquí era nuevo aunque en muchos casos -nombres- ya formara parte de una historia precisada de revisión, pasó a ser superposición e intromisión sutilmente disfrazada, de tal manera que hiciera difícil reconocer el clientelismo, la dependencia de lo privado de lo público, y la competencia desleal apenas contestada, cosa de los intereses (el fenómeno/proceso no es privativo de nuestra Región, y su incidencia fue tal, que incluso alteró el normal desarrollo del mercado «inflando» cotizaciones; es significativa la compra realizada por el ministro «pianista», que hizo duplicar el precio de las obras de un artista catalán, con el consiguiente «desmadre» entre todos los miembros del escalafón).

LA VERDAD

Viernes, 17 de junio 2016, 08:01

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Con el nuevo milenio, la estrategia clientelar de antaño se convirtió en «nómina» subsidiada, hasta que llegó la crisis

En buena lógica, todo eso no tendría que haberse dado porque, en última instancia, la buena actuación -sin recámara- de los rectores de lo público, abriendo el abanico de propuestas, facilitando el conocimiento directo de obras y autores, y propiciando el diálogo, no siempre entre los mismos y de lo mismo (no se puede negar la importancia que en su momento tuvieron las exposiciones del Almudí, ni las Contraparadas y las Bienales, destinadas inicialmente a romper el círculo vicioso del arte local y regional, aunque después siguieran caminos distintos, pero no es este el momento de dedicar mayor extensión a ellas, más adelante, en otros 'apuntes', y siempre desde mi alejamiento emotivo, me dedicaré a su transcendencia e impacto, con alguna que otra anécdota incluida), tendría que haber generado otra dinámica distinta.

Dinámica distinta y no basada en la subvención de una actividad privada, sometida -como todas las demás y sin distinciones- a los vaivenes de la demanda, a la coyuntura del mercado, y a la calidad y variedad de su oferta. Desde ese momento, el de la aceptación de un juego en el que la mayoría de las cartas estaban marcadas, la política tramposa se impuso, y el sino de las galerías -no todas- se ligó a los comportamientos graciables de unos administradores que, por un lado, pensaron que todo el ganado quedaba encerrado en el redil de las dádivas, y por otro, «fabricaron» unos derechos, pronto consuetudinarios, que fueron exigidos, hasta con violencia, por los recipiendarios cuando no se satisfacían plenamente sus demandas. Esto, aunque a algunos no les guste reconocerlo, fue bastante negativo.

Y, a todo esto, ¿qué sucedió con la ingente cantidad de galerías que vimos en el primer 'apunte' de esta serie? La década de los ochenta fue purgativa, llevándose por delante alguna con trayectoria y merecimientos suficientes para seguir marcando las diferencias, otras aparecen a finales de estos años con ánimo de perdurar, dejando el camino abierto a otras que, con nuevas ideas y proyectos, cubrirán la parte de «espacio» que había quedado vacío, y sin entrar en colisión con las «tradicionales», con las que se mantuvieron desde la eclosión capeando todos los temporales.

Dos ejemplos, y mantengo mi postura de no citar nombres, pueden ilustrar el paso de la esquizofrenia inicial (dispersión por falta de un criterio claro de lo que se quería, debido, en parte, al temor de chocar con mayor violencia de la soportable con la sociedad siendo una «empresa» privada, y con la labor «reservada» a las salas públicas, «convencidas» de ser la 'avant-garde' de las caducas, aunque no entendidas y desarrolladas, neo-vanguardias y, sobre todo, amamantadoras y difusoras de la «movida») a la concreción de un proyecto que, con altibajos y algunas desviaciones, lograron consolidar y convertir, se estuviera o no de acuerdo con él, en coherente, interesante y rompedor. El problema, tanto en una como en otra -pese a funcionar como auténticas galerías no satisfechas con el mercado «interior», ni con artistas acomodaticios-, fue el agotamiento del mercado local y la falta de una respuesta continua de los «consumidores (cosa difícil por dos razones, la primera, por el escaso número de estos; la segunda, por el crecimiento desmesurado que no tuvo en cuenta lo anterior, y, en el caso de la otra, porque su propuesta no era asumible por el entorno cultural, no tan abierto como aparentaba); problema irresoluble que llevó a una a emigrar y a la otra a no ser capaz de superar la crisis actual en sus inicios (recuerdo que llevamos ya bastantes años de crisis).

El final de siglo y el principio del milenio trajo otras nuevas galerías, y asistió al cierre de una que desde 1970 se había mantenido. El «terreno» parecía parcelarse más adecuadamente a la realidad del mercado en cuanto a número, presentando, además, una oferta en la que también «jugaban» artistas foráneos, y dando papel primordial a la promoción exterior de los propios (aprovechada por muchos que obtuvieron fruto de la oportunidad, desaprovechada por otros que no supieron ver -o no quisieron--más allá de sus narices), y hasta alguna trató de ocupar, sin conseguirlo, el espacio dejado por una de las desaparecidas, que no extinta, galerías. Los años del «espejismo dorado» contribuyeron a crear la falsa ilusión de seguridad, las ventas se incrementaron y las ganancias económicas hicieron augurar un futuro de horizonte ilimitado y positivo. Pero, los vicios del pasado permanecían, y más vivos que nunca, y el lazo no se rompió.

Intento de control

La dependencia anterior se convirtió en pura exigencia, e incluso en intento de control, y la estrategia clientelar de antaño en «nómina» subsidiada, desaprovechando una ocasión mollar para liberarse, y estar preparados para los retos que se avecinaban, con señales bastante evidentes para los que no cerraban los ojos. Todo esto fue posible mientras la vaca tuvo leche en las ubres, mientras el nudo de horca no se dejó sentir en la nuca, y hasta que no hubo más remedio que romper con la «tradición» (¡ojalá no vuelva!) y dejar que cada uno gobernase su barco sin que nadie le soplara en las velas. Y la crisis se dejó sentir, y alguna que otra galería cayó, y las que siguen se mantienen, (y no hay que hacer caso a las estrategias triunfalistas, sin negar que es más positivo ver la botella medio llena que medio vacía) con esfuerzo que, unido a la imaginación y a la adaptación a los tiempos que vienen, es seguro de permanencia.

Y ejemplos de adaptación e imaginación se encuentran en la aparición de nuevos espacios, con una visión distinta y menos rígida, con una economía mixta basada en la interacción de actividades, y en la búsqueda de una nueva definición del hecho/acto expositivo. Nada novedoso, me adelanto a los que repliquen, es cierto, y con problemas de difícil solución cuando no queda clara cuál es la actividad principal; pero, es necesaria esta revisión, esta puesta al día que, como poco, rompe la monotonía de alguna sala convertida en mercadillo. Con todo, y es una muestra de que la esperanza nunca se debe perder, antes de la publicación de este 'apunte' otra nueva galería tendrá abiertas sus puertas en Murcia.

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