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Un murciano genial en París

Un murciano genial en París

La presencia de parte de la obra del pintor Enrique Atalaya, gracias a la exposición que se celebró en el Palacio del Almudí, hace diez años, fue, más que una recuperación, un descubrimiento. Se trataba y se sigue tratando -poco se ha aportado tras aquella afortunada celebración- de un murciano que, pese a su categoría y su reconocimiento en París o Londres, apenas se le ha valorado en su tierra natal.

PEDRO SOLER

Viernes, 17 de junio 2016, 08:30

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En junio se cumple el primer centenario de la muerte del pintor Enrique Atalaya, que triunfó en el país vecino

La presencia de parte de la obra del pintor Enrique Atalaya, gracias a la exposición que se celebró en el Palacio del Almudí, hace diez años, fue, más que una recuperación, un descubrimiento. Se trataba y se sigue tratando -poco se ha aportado tras aquella afortunada celebración- de un murciano que, pese a su categoría y su reconocimiento en París o Londres, apenas se le ha valorado en su tierra natal. Las miradas de la oficialidad parecen cegadas por la obra de otros artistas, que se nos muestran como hitos fijos e indelebles en la historia de la pintura regional o nacional, pero no hacen caso a lo que se oculta detrás del silencio. Aquella muestra -'Del costumbrismo al postimpresionismo', del 2003- sacó a la luz a un pintor de renombre, pero que vuelve a permanecer encubierto por sus contemporáneos -José María Alarcón, Manuel Arroyo, Antonio Meseguer, José María Sobejano, Manuel Picolo, Gil Montijano, Adolfo Rubio-y, también por artistas más cercanos en nuestro entorno regional. Las obras de Atalaya se encuentran al margen de los lugares públicos, aunque no pocas sí muestran su lucidez en domicilios de interesados amantes de la pintura.

Enrique Atalaya González (aunque su nombres auténticos fueron los de José, Atanasio y Antolín) nació en un domicilio de la parroquia de San Andrés, el 2 de mayo de 1851, y falleció en París, el 26 de junio de 1913. O sea, a punto está de cumplirse el primer centenario de su muerte, fecha más que valiosa para -ahora, sí- recuperar la autenticidad de un pintor murciano, que gozó de notables méritos en su trayectoria, a nivel nacional e internacional. ¿Se interesará alguna entidad de relevancia por recuperar la memoria de este artista, por conmemorar este centenario? Actualmente, no se expande el entusiasmo ante este tipo de celebraciones, habría que decir que tanto por situaciones dificultosas como por ignorancias supinas y desapego. Hay que añadir que, en no pocas ocasiones, la dificultades se superan, pero no siempre con decisiones justas y acertadas.

En la presentación que Martín Páez Burruezo hizo de Enrique Atalaya en el catálogo de la citada exposición, nos reveló gran parte del itinerario lejano y la línea artística de nuestro pintor, sobre quien afirmó que de toda una generación «es quizá el más interesante y, sin embargo, el más desconocido (). Merece por su calidad artística el reconocimiento y el justo homenaje a un pintor que hizo su carrera en París, lejos de la comodidad que ofrece el lugar de origen».

Los periódicos murcianos más duraderos e importantes del siglo XIX -'La Paz', 'El Diario de Murcia' o 'Las Provincias'- se ocuparon con frecuencia de las rutas artísticas que Enrique Atalaya se fue trazando, desde sus orígenes murcianos, porque la ciudad en la que nació quedó reflejada en obras suficientes que evidencian sus maneras y su categoría. Hay cuadros en los que recoge los ambientes huertanos, en tradicionales enclaves o en panorámicas llenas de luminosidad y colorido; así, en 'La Romería', que es «una de sus obras más representativas».

Que fue un pintor de renombre y de buenas hechuras lo prueban los encargos que recibió o los espacios en que aparecían reproducidos sus grabados. 'La Ilustración Universal' incluyó en sus páginas un «excelente grabado, cuyo dibujo es original de nuestro joven paisano, el reputado pintor Sr. Atalaya. Dicho dibujo representa el interior de una posada, donde varios tipos murcianos juegan al mus».

Su salto a París, en 1881, tras variados ejercicios con la pintura en Murcia y Madrid, tiene un eco que siempre será recibido con sonoros elogios en los medios informativos, satisfechos por informar sobre la trayectoria de este artista, que en la capital francesa se abre paso con sus cuadros inmersos en sabrosas escenas de capa y espada, pero también en «escenas de la vida real y de la literatura». Atalaya realizó una acuarela para el Album que la Academia de Jurisprudencia de Madrid ofreció al príncipe alemán, y él fue también autor de las ilustraciones del libro 'Le bachilier di Seville', de André Laurie. Según los periódicos franceses, «el estudioso pintor ha obtenido un triunfo, siendo felicitado por todos cuantos conocen sus adelantos pictóricos».

'El Diario de Murcia', del 14 de agosto de 1889, informaba que Atalaya había sido uno de los pintores españoles presentes en la Exposición Universal de Paris, donde fue premiado con una Mención de Honor, por un cuadro que recogía una escena del Quijote y cuya firma «hace ya tiempo que da a sus trabajos un gran precio». También será 'El Diario de Murcia' el que, el 21 de septiembre de 1899, dedique un extenso comentario a recordar el nombre de Enrique Atalaya «un murciano, un artista de cuerpo entero, que hace muchos años reside en París, viviendo con el producto de sus pinceles». Acababa de recibir del gobierno francés «la más alta distinción, y por lo mismo la menos prodigada, de la vecina republica: el famoso pintor acuarelista ha sido nombrado Caballero de la Legión de Honor». Para 'El Diario de Murcia', que un artista extranjero consiguiera este nombramiento era «alcanzar el más alto grado de consideración social y, sin disputa, el más grande de los triunfos que pueda lograrse en la carrera del arte. El Sr. Atalaya es uno de los artistas que honran el nombre de Murcia». Como el propio periódico afirmaba, en Murcia «son contados los cuadros que existen, pues cuando comenzó á producir sus primeros frutos, marchó á París, donde su firma fue avalorándose, hasta conseguir tan rara estimación».

Otra cita muy significativa de la categoría que debió de alcanzar el pintor murciano la aporta 'El Diario Murciano', del 4 de junio de 1905. «Debemos recordar -informaba- que en París, al entregar al Rey Alfonso XII en el Hotel de Ville (Consultorio de Parrís) el Libro de Oro, firmado por los concejales, iba lleno de acuarelas pintadas por Enrique Atalaya, murciano perdido entre los suyos, que vive en el corazón de Europa siendo rico, con hotel propio y con gran preponderancia. Atalaya fue discípulo de Juan Albacete y de Madrazo; y en París, maestro de una generación. Atalaya nació genio pictórico, y bohemio jubilado. Conste a los murcianos que las acuarelas de Atalaya se pagan en París y Londres a mil francos».

Aquella única exposición de hace diez años, «le volvía a traer a su tierra, como reconocimiento y homenaje a su vida de artista». Ahora, cuando se está a punto de cumplir el centenario de su muerte, ¿habrá entusiasmo y conocimiento suficientes, para recuperar su memoria y su obra?

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