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El patrimonio olvidado  del siglo XX

El patrimonio olvidado del siglo XX

Con el cierre del parador de turismo de Puerto Lumbreras, la Región no solo pierde un alojamiento de categoría, también queda a su suerte, a la espera de un nuevo uso, un edificio singular de la arquitectura del siglo XX, adscrito al movimiento denominado racionalismo de postguerra. 

MIGUEL RUBIO mrubio@laverdad.es

Viernes, 17 de junio 2016, 07:56

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El cierre del parador de Puerto Lumbreras, ejemplo del racionalismo, que carece de protección alguna, reaviva el debate sobre la conservación de edificios de la pasada centuria

Con el cierre del parador de turismo de Puerto Lumbreras, la Región no solo pierde un alojamiento de categoría, también queda a su suerte, a la espera de un nuevo uso, un edificio singular de la arquitectura del siglo XX, adscrito al movimiento denominado racionalismo de postguerra. La clausura de este equipamiento turístico reaviva el debate acerca de la conservación de un patrimonio a veces poco valorado debido a su cercanía en el tiempo. Construcciones paradigmáticas de la arquitectura moderna de la Región, como el Club Remo de Murcia (1958), de Sancho Ruano, han desaparecido del mapa; algunas, como la Central Lechera Murciana, de Carbonell Ruiz, en Monteagudo, ejemplo de la época de crecimiento económico de los sesenta, aún permanecen en pie pero amenazadas por la ruina, y otras (ahí está la Casa Fisac, en Isla Plana), han quedado desfiguradas por los postizos de las reformas.

Esos cuatros inmuebles aparecen en el trabajo 'Patrimonio arquitectónico moderno en la Región de Murcia: Análisis y puesta en valor', publicado por Juan Pedro Sanz Alarcón, Miguel Centellas, Pedro García Martínez y José María López con motivo de las XXII Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región. Estos expertos defienden la importancia de «detectar e identificar obras desarrolladas a lo largo del siglo XX para que sean valoradas y por tanto protegidas y recuperadas como parte de nuestro patrimonio cultural». Y advierten de que «la gran mayoría han soportado mutilaciones, desafortunados añadidos o reformas sin criterio que impiden su lectura y comprensión».

Este grupo de profesores y arquitectos abogan por habilitar en el Catálogo de Bienes Inmuebles de la Comunidad Autónoma un apartado específico para el siglo XX. Sería una herramienta más para impulsar su protección. En 2008, la Consejería de Cultura dio un paso en este sentido, con la catalogación de veinte edificios. Pero no se avanzó más.

En aquel inventario trabajaron José María López y Edith Aroca, profesores de la Universidad Politécnica de Cartagena. Aroca afirma que si esta arquitectura «no se valora, no se va a proteger, y si no se protege, no se va a conservar». Así varios expertos han acuñado el término de «patrimonio ausente» para esta obra desconocida.

Desde luego, la arquitectura moderna tiene su espacio en los catálogos de bienes protegidos. Ahí están la antigua sede de Correos y Telégrafos y el edificio Coy de Murcia, el mercado público de La Unión y la estación ferroviaria de Santiago y Zaraiche, también en la capital murciana, por dar solo cuatro pinceladas. El jefe del servicio de Patrimonio Histórico de la Comunidad, Miguel San Nicolás, explica que la selección a la hora de llevar a cabo la catalogación no es tarea fácil. «Del siglo XX -señala- quedan edificios de más calidad y otros de menos. Tampoco existe un estilo marcado, sino una gran variedad de tendencias. Y a veces lo que al principio es muy criticado después se toma como un ejemplo». En cualquier caso, San Nicolás remarca que «los ayuntamientos incorporan en sus planes urbanísticos esos edificios. Y no solo prevalece la antigüedad, me consta que llegan hasta nuestros días».

Pero ¿quién se encarga de separar el grano de la paja?. El jefe de Patrimonio Histórico explica que «el criterio lo marcan los redactores de los planes urbanos». Después, es Cultura la que tiene que supervisar y dar el visto bueno, y en este proceso se pueden añadir otras construcciones. «El catálogo siempre está abierto a nuevas incorporaciones», matiza este técnico.

Pero hay olvidos llamativos. Cultura estudia ahora incluir en ese inventario regional el parador de Puerto Lumbreras, porque a raíz de su cierre se ha 'descubierto' que no goza de protección alguna, pese a su singularidad. En otras palabras: si esta mañana una pala excavadora echara abajo el inmueble, nada ni nadie podrían impedirlo.

El albergue, que así se denominó al principio, data de principios de la década de los años treinta. El plan de modernización de la red viaria del país obligó a plantearse también la necesidad de poner en marcha una red de alojamientos que funcionaran para dar servicio a los viajeros, cuando los desplazamientos eran eternos y había que hacer noche a mitad de camino. Según recuerda Edith Aroca. el Patronato Nacional de Turismo convocó un concurso público. En el jurado estaban arquitectos de prestigio como Zuazo, Moguruza y García Mercadal. Ganó el prototipo presentado por Arniches y Domínguez, un edificio sencillo de planta baja y ocho habitaciones. Posteriormente sufrió reformas y ampliaciones, para adaptarse a las nuevas comodidades, por lo que el inmueble se desvirtuó. La estancia más noble es la que corresponde al bar, con una chimenea encastrada en la pared.

El parador es una muestra de la huella que el racionalismo de postguerra dejó en la Región. Este movimiento, que llegó tarde a España, se impone para la reconstrucción de Europa en mitad de las dos contiendas mundiales. Se caracteriza por unas formas sin adornos y priman los criterios higiénico sanitarios, por ejemplo, la integración de los baños en las viviendas. De este estilo quedan otras obras singulares en la Región, como el bloque de viviendas 'El acorazado', en la murciana plaza de Santo Domingo, y el edificio Coy, en la calle Madre de Dios también de la capital regional. Otro proyecto singular de la época, que aún hoy llama la atención de los técnicos y que vive un resurgir gracias a la llegada de familias jóvenes, es el conjunto de Vistabella, junto al cauce del Segura. Edith Aroca destaca que es el primer barrio de la ciudad que se proyecta conforme a los preceptos del Movimiento Moderno, uno de los cuales es dimensionar el vial en función de la altura del edificio. Nada que ver con el entramado estrecho y sinuoso del casco antiguo. De esta forma, lo que se pretende es aprovechar al máximo la luz natural, dentro de esos parámetros de calidad e higiene. Aroca prepara su tesis sobre esta arquitectura.

El patrimonio del siglo XX abarca edificios residenciales, industrias y equipamientos. Obras que pocos se detienen a contemplarlas, como el mercado de Santa Florentina, en Cartagena, de Lorenzo Ros Costa, de la década de los años treinta, y el cuartel de Carabineros (1934), en Puerto de Mazarrón, de Martínez Albaladejo (el mismo arquitecto el Cine Rex). Más modernas son las sedes de la Delegación del Gobierno (1954), de Prieto-Moreno, y de Sanidad (1961) en Ronda de Levante, de Sancho Ruano y Sevilla Llorca.

El litoral también esconde sorpresas en forma de edificios de viviendas de Bonet Castellana. La pregunta que algunos se hacen es qué quedará en pie para la posteridad de la arquitectura de nuestro tiempo.

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